En el IX GT de Talavera para Warhammer 40k por equipos, para ser más exactos. Seguramente ya habréis leído reseñas al respecto, pero quizás no describiendo la experiencia personal más que el evento en sí, así que aquí la dejo; seguramente cada uno lo vivirá de una manera distinta y me gustaría conocer la de los demás, por lo que abro yo la veda aprovechando la barra de la taberna. No describo las partidas en sí, ya que hay otro tipo de artículos para ello, y tampoco incluyo nombres propios aparte de Brottor, y sólo porque es el culpable último de mi participación.
Warhammer y yo
Si estás leyendo esto probablemente sea porque en mayor o menor medida eres un jugador de Warhammer, y en caso de que no, al menos te interesa el tema o conoces a alguien a quien sí. Coleccionismo, pintura, juego… hay diversos motivos y grados de interés, y para la mayoría de nosotros posiblemente todos ellos en mayor o menor medida. A algunos nos gusta jugar, y jugar teniendo el ejército pintadito (bien o mal); a otros les gusta pintar, y hacen obras de arte para luego, por supuesto, jugar con ellas (bien o mal). O cualquier combinación de ambas cosas. Compras las miniaturas, las montas, las pintas, juegas.
Vamos a mi caso. Un grupito de amigos, supongo que podríamos llamarnos pandilla, descubrimos el juego en sus inicios, en torno a 1990, cuando era un libro gordo llamado Warhammer 40.000: Rogue Trader. Nuestra preferencia era el Warhammer Fantasy, pero evidentemente no íbamos a dejar de lado su oscura versión futurista, y nos tiramos de cabeza a por ello. Organizamos infinidad de batallas en el sótano de mi casa, empleando las mismas colinas, bosques y ríos que usábamos para la versión fantástica del juego, y hasta preparamos entre nosotros un minitorneo de andar por casa jugando tres batallas a la vez, con dos mesas en el pasillo montadas con caballetes y tableros de milimétrico grosor que hacían saltar las miniaturas y apañada escenografía cada vez que alguno, inconscientemente, se apoyaba en un extremo de ellos. Casi siempre la misma persona, debo decir.
Nunca llegamos a la tercera edición del juego. Seguimos batallando con la segunda, en el mismo sótano, mientras el mundo warhammeril cambiaba a nuestro alrededor, hasta que, puede que por la desconexión con la evolución del universo del juego, las reuniones batalleras se espaciaron en el tiempo y Warhammer desapareció de nuestras prioridades lúdicas.
Pero seguimos reuniéndonos, y si bien el wargame se había esfumado, no así lo había hecho el rol. Y, por arte de magia, va y aparece Brottor en nuestro sótano… aunque de aquella no se llamaba así, pero eso es otra historia; y no, no vino con miniaturas bajo el brazo. Nos dedicamos a jugar partidas de rol, afición que continuamos desarrollando, sin ningún interés por Warhammer a pesar de que nuestro gruñón compinche sí estaba metido en el tema. Y un día no hace tanto nos pusimos a hojear el reglamento de la octava edición, para descubrir con grata sorpresa que nos recordaba mucho a lo que antaño jugábamos nosotros. Resultado: a desempolvar miniaturas y a la batalla otra vez.
Venga, vale, voy
Después de un tiempo y varias confrontaciones (dato curioso: creo que a día de hoy el resultado mayoritario de los duelos Brottor/Prosciutto es empate… aunque debo decir que el resto son victorias suyas), llega el dueño de esta taberna y nos suelta el bombazo: la Voz de Horus busca compañeros para completar un equipo para el torneo de Talavera. ¿Por qué nos mira fijamente? ¿Qué intenta decirnos? … Espera, ¿en serio?
Tras la estupefacción inicial, la respuesta fué la misma para todos los interpelados: no. Nula experiencia en torneos, juego recuperado hacía sólo unos años… ¡Si prácticamente habíamos hecho un salto warp entre la segunda edición y la octava! Pero pasaron unas semanas y Brottor seguía con esa mirada de convencimiento, de que sí, que es buena idea. Creo que sólo le faltaba argumentar con el inapelable no hay h… cuando en un extraño arranque de temeridad poco propio de mí solté la frase que encabeza el párrafo.
¿He dicho yo eso? No sé muy bien por qué lo hice, aunque probablemente la clave es, simplemente, que tenía ganas de aventura y me estaban poniendo una en los morros. Pero el por qué daba igual, ya estaba armada, no había vuelta atrás. ¿Dónde narices me estaba metiendo? Pues lo iría descubriendo poco a poco, ya que había mucha más tela que cortar de lo que yo pensaba.
El equipo

Lo pongo al principio pero en realidad debería haber una mención a ellos casi en cada apartado. Muy buena gente y grandes jugadores (mejores que yo, al menos en experiencia de torneo) que me hicieron sentir parte del equipo desde el primer momento. Hablamos online unas cuantas veces, amén del consabido e inevitable grupo de mensajes, planteando listas y tácticas y analizando los rivales que nos podíamos encontrar, aparte de transmitirle dudas a Brottor, que hizo de capi y por tanto de enlace entre nosotros y la organización. Y es que habrá quien piense que un torneo empieza cuando te pones frente a la primera mesa de juego, pero nada más lejos de la realidad; de hecho creo que todos cambiamos de lista unas chopotocientas veces, a medida que hacíamos pruebas o pedíamos opinión al resto de compañeros. Esta fase se alargó durante meses, y en mi caso de mi idea inicial no quedó absolutamente nada. No porque fuera mala idea, sino porque era una lista difícil de jugar y yendo de novato pensé, y me hicieron pensar, que mejor me lo ponía fácil a mí mismo, así que con las ideas que me fueron transmitiendo planteé algo más sencillo que no me generara dudas de cómo utilizar cada unidad en cada momento, ya que para colmo de males mi verano fue intenso laboralmente y no me pude escapar de Asturias, viniéndose al traste mi intención inicial de buscar un par de fines de semana para acercarme a Madrid y conocer en persona a alguno de los miembros del equipo, además de practicar con ellos. Pero imposible.
Las miniaturas
Claro… para montar tu lista tienes que disponer de las correspondientes miniaturas y pintaditas con unos mínimos. Y aquí mi segundo problema, ¿a dónde voy yo con un ejército de plomo del siglo pasado, literalmente? Es verdad que lo tengo medianamente bien pintado, pero a medida que observaba las miniaturas que se usaban hoy día más me daba cuenta de que una buena parte no iba a ser válida. Antes de que alguien que lea esto opine que qué más dará de qué año sea la figura a usar, explico que los tamaños cambian, y con ellos las líneas de visión. Para los profanos: si quiero que uno de mis soldados dispare a uno del rival, tengo que agacharme y ponerme a la altura del mío. Si veo la miniatura rival, puedo disparar, y si no la veo, no. Así que si una figura antigua es más pequeña que su equivalente moderno, lo cual es habitual, eso me daría ventaja simplemente porque ocultaría mis tropas más fácilmente detrás de cualquier obstáculo. Y eso sin mencionar el armamento… con el paso de los años, determinados escuadrones han pasado de portar el arma tal a llevar el arma cual. No voy a plantar sobre la mesa veinte Guardianes con rifles láser (sí, sí, los tengo) cuando hace lustros que los Guardianes portan catapultas shuriken, las cuales sobra decir que no tienen nada que ver. Vamos, que no puedo desplegar sobre la mesa una infantería con arcos y decirle a mi rival que llevan escopetas.

Afortunadamente hubo tiempo de sobra para pedir refuerzos e ir actualizando mi colección a medida que iba perfilando la lista. El inconveniente aquí fue el proceso de pintado, ya que el elenco de miniaturas definitivo que escogí llevar fue decidido a pocos meses del torneo y, por tanto, ese fue el margen que tuve para montarlo y pintarlo todo, terminando casi sobre la bocina y con alguna(s) miniatura(s) pintada de cualquier manera, a exactamente a 48h del día D. Este no fue un problema sólo mío: me tranquilizó ver que a varios de mis compañeros les pasó algo similar y por extensión me da que a una buena parte de los participantes del evento. Pero fijaos la cara de agobio que debía yo tener que mi chica, cuya experiencia en el tema miniaturil era nula, sin casi preguntar siquiera cogió pinturas y pinceles y se puso de motu propio conmigo mano a mano. Y menos mal, porque si no es por ella no llego a tiempo.
Aun así me permití el gusto de llevar unas cuantas figuras de mi época que daban el pego: una de mis unidades grandes era mitad plomo mitad plástico, con minis del siglo pasado y de este, pero como nos esforzamos en pintar las nuevas lo más parecido posible a las viejas casi no se notaba. Y otra de hace eones que, además, hoy día no utiliza casi nadie, ni con las figuras nuevas ni con las viejas. Encima de antiguo y principiante (efectivamente, se puede ser ambas cosas a un tiempo), llevando la contraria a los jugones de hoy. De perdidos al río.
En Talavera
Y llega el día D. Bueno, en realidad el día D-1, ya que aproveché que mi hermano, parroquiano de la taberna por cierto, mora en Madrid y eso me permitía, gracias a su hospitalidad, hacer Gijón – Madrid en tren con antelación. Lo menciono porque, a pesar de unas partidas de juegos de mesa que me propuso para distraer y un par de copas que me ofreció para relajar, prácticamente no pegué ojo en toda la noche. Soy músico, coño, se supone que sé manejar los nervios… pues no, va a ser que no. No voy a hacer lista de la cantidad de cosas que pasaron por mi mente esa noche, pero el hecho de ir en equipo y el miedo a ser quien fastidiara el torneo a los demás probablemente fuera lo peor. Voy yo solito, llevo el ejército que yo quiera, hasta me hago el tonto si alguna cosa no es correcta en cualquier ámbito… pues no pasa nada; pero claro, la cuestión es que no sé a dónde voy exactamente y para colmo participo con cinco compañeros que en mayor o menor medida van a sufrir lo que yo haga o deje de hacer. Quienes estén acostumbrados a esto se reirán de mí, con razón, pero yo la noche previa lo pasé fatal.
En el hotel hicimos cónclave todo el equipo, y aparte de repartirnos nuestros polos oficiales de LVdH decidimos almorzar temprano para ir ya comidos a hacer acto de presencia en el recinto del torneo, lo cual me vino muy bien porque no conocía en persona a ninguno salvo a Brottor, así que unas cervezas y unas raciones hicieron de ceremonia de presentación. Llegamos al espacio de juego, un edificio que me recordó a los restaurantes especializados en eventos que se componen de grandes salones, con la diferencia de que en lugar de mesas de comedor en este caso estaban hasta arriba de mesas de juego con su correspondiente escenografía. Mis nervios, que habían bajado bastante con las jarras de la comida, tuvieron un ligero repunte. Nos recibieron estupendamente, tanto la organización como la gente del puesto de Bandua; como faltaba un rato para empezar, me entretuve montando una de sus bandejas (os las recomiendo encarecidamente, son firmes, prácticas y bonitas) para tener ya las miniaturas en ella, listas para el primer asalto. Anécdota en este punto: la mayor parte de los jugadores llegaban con maletas o cajones diseñadas expresamente para el transporte de miniaturas, mientras que yo aparecí con una bolsa de deporte con florecitas rosas estampadas y mis miniaturas en unas cajas con compartimentos que compré en un bazar. Pero no conseguí que nadie me mirara raro.

Y llegó el esperado, ansiado y temido momento en el que nos vimos las caras con nuestros primeros rivales para formalizar los emparejamientos. No voy a describir profusamente el sistema de escoger rival pero debo decir que me parece muy bien pensado y le añade una fase de estrategia adicional a las partidas: primero el equipo tiene que estudiar rápidamente las listas que llevan los jugadores rivales, plantear un plan para tratar de conseguir los cruces más favorables y luego llevarlo a cabo… lo cual raramente ocurre al 100%, porque el otro equipo ha hecho los deberes también.
De esta forma y casi sin darme cuenta me vi frente a frente con el adversario que me tocó en suerte, encantadora persona por cierto, y el primer dado comenzó a rodar. Y ahí ya no hubo nervio que valga. Vale, me dio una buena tunda, pero disfruté la partida como si la hubiera jugado en casa con cualquier amigo, y eso fue un buen comienzo. Hasta me permití algún gesto de orgullo cuando me las apañé para destruirle una unidad potente, cosa que no me tuvo en cuenta (en buena lógica no está bien visto jactarse).
Aprovecho para describir la rutina de partidas: dos batallas el viernes tarde, tres horas y media cada una (incluyendo fase de emparejamientos) separadas por el tiempo justo para que los organizadores comprueben los resultados y generen nuevos enfrentamientos… y a la siguiente. Éste era otro de mis miedos: en el juego en casa, una batalla del tamaño de las del torneo fácilmente nos lleva cuatro horas y media (si no cinco), y aquí me obligaba a jugar muchísimo más rápido. ¿Me las apañaría? La verdad es que cometí varios errores por culpa de esto, alguno en el despliegue, otros por olvidarme de activar tal o cual habilidad, etcétera. Pese a todo, sólo recuerdo uno de mis fallos como verdaderamente grosero, y me fui adaptando a medida que avanzaba el fin de semana.

Porque esto avanzaba, y rápido: el sábado tempranito ya teníamos enfrentamiento, y de seguido otro, como la tarde anterior. Un rato para comer en el propio recinto (y bastante bien, por cierto, dar de comer a 700 personas no es sencillo), una cervecita… y oye, que ya nos toca otra vez. Eso son diez horas y media de juego en un día, nada menos. Los caretos que teníamos durante la cena eran un poema. Pero atención, que aún nos quedaba una batalla al día siguiente por la mañana, así que prontito a descansar todo lo posible (bueno, esto último según quién, claro está).

Esta última batalla se me hizo un poco dura por toda la carga de horas de juego que tenía ya encima (iba a decir larga, pero con el cronómetro de Damocles encima esto es imposible); tenía el pulso fatal (de por sí ya es malo) y casi destruyo uno de mis aviones, amén de conseguir desmontar una pobre moto de mi oponente, que comprendió perfectamente el motivo de mi torpeza. Debíamos estar todos bastante cansados, cada uno a su manera.
Y se terminó el torneo: una ceremonia de entrega de premios bastante entretenida, lo cual es de agradecer, y las pertinentes despedidas con los organizadores, algún rival y, por supuesto, mis compañeros de equipo, que, repito, son excelentes personas y a los que estoy muy agradecido por el trato y la acogida. Aprovecho para indicar que la gran mayoría de jugadores son personas muy honestas y con ganas de disfrutar del juego, e incluso en aquellos casos en los que nos enfrentamos a equipos que claramente aspiraban al top 5 no vi aires de superioridad ni ningún comportamiento reprobable. A nivel humano estuvo muy bien. Le debo un par de cervezas a uno, por cierto.
El día después
De vuelta a casa de mi hermano, dormir trece horas del tirón (no exagero) y tren hacia el norte, con tiempo para pensar retrospectivamente y analizar la experiencia. Y no encuentro puntos negativos, cansancio mental aparte; da igual por dónde lo enfoque, no consigo poner pegas. Si hablamos de ambiente, lo que prima es el buenrollismo y el sentido del humor; si hablamos de competitividad, los jugadores fueron extremadamente educados en la victoria y en la derrota; la organización fue espléndida, y esto es remarcable porque la tarea por fuerza tuvo que ser titánica.
Alguien me preguntó después de terminar si volvería a participar. Bueno, tienen que coincidir muchas cosas para ello, pero vaya por delante que me encantó la aventura y, si a algún lector le surge una oportunidad de este estilo y está dudando entre apuntarse o no, mi consejo es que acepte primero y lo piense después.
Y recuerda:
- Si estás empezando a jugar a WH40k, tienes a tu disposición este artículo, así como la Guía de juego en la Biblioteca, que podrás descargarte completamente gratis si te suscribes a la Newsletter.
- Y ya tienes a tu disposición las Guías de Juego de Warhammer 40k. Incluyendo la última: Marines Espaciales (y las individuales de Ultramarines y Cicatrices Blancas). ¡Échales un vistazo!

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Qué gustazo que el equipo de La Voz de Horus para el IX GT de Talavera pudiera tenerte, entre otras cosas porque permite ahora leer este buenísimo artículo. Hay que dejarlo guardado en Favoritos para enseñárselo a quienes no hayan ido nunca y se pregunten cómo es la primera vez en un torneo de este tipo. ¡Un gran abrazo, Prosciutto!
Me encanta tu articulo sobre y como ir hacia un torneo.
Por cierto, aqui en Asturias seguimos jugando, jaja, hasta el viernes tenemos un torneo 🙂
Asi que cuando quieras particupar y seguir tirando dados, avisa. Yo sigo jugando con mi Dante de plomo xD
Siempre son interesantes estos artículos, para que aquellos que tengan reparos se animen, y porque las experiencias de cada uno son muy distintas e interesantes.
Un placer haberte tenido en el equipo tirando dados a nuestros rivales 🙂
¡Gracias a tí! Compartir equipo con gente desconocida es un plus para los nervios, pero con vosotros fue muy sencillo todo. Con los dados no le acerté a ningún rival, pero con el metro destruí una moto orka. Mil disculpas otra vez a mi víctima.
Buenas. Vale decir que yo también fui un novato en el IX GT de Talavera de este año. MI experiencia fue más o menos la misma, salvo con la excepción de que yo salí el mismo día D para Talavera. Después de aparcar el coche y dejar las cosas en el Hotel me fui para los salones. Tire de GPS y llegue al sitio, bastante temprano, y allí empezó mi particular guerra interna.
A la media hora de llegar al sitio me empecé a encontrar mal. Poco a poco iba a peor y ya durante la primera partida estaba en la miseria. No porque llevara una lista friendly preparada con poco tiempo. Básicamente mi problema era que me puse enfermo (más concretamente con una bronquitis de caballo) y así me tiré los 3 días del GT. Con mocos, tos y fiebre, durmiendo muy poco. Disfrutando del torneo, si, pero echo mierda.
Obviamente, al año que viene, volveré.
Eso sí, las cosas que he aprendido:
1º – Llevar una lista con la que te sientas cómodo.
2º – Acojona al principio, pero luego te das cuenta de que los que están allí son igual que tú. Son jugadores que quieren echar un fin de semana disfrutando del hobby.
3º – Lleva medicación con las minis. Por lo que pueda ocurrir (mención especial para Nurgle).
4º – Ve a disfrutar. Que el GT es una experiencia increíble, y hay que disfrutarla.
5º – La organización, los jugadores, el ambiente. Todo está genial. Un 20 sobre 10 para todos ellos que direon lo máximo.
6º – Mi equipo. Yo fui con FerBlo, toca decir que no nos habiamos visto en persona, yo iba con ellos porque les faltaba un jugador, y yo queria ir, porque no tenia posibilidad de ir en un equipo. Tengo que decir sobre mi equipo que fueron unos autenticos cracks, disfrutamos de cada partida, de cada momento de charla y fue muy grato formar parte de su magnifico equipo.
No sé, han pasado casi 2 meses desde el GT, he tardado en volver a tocar las minis por motivos de trabajo, pero ya estoy deseando como loco asistir al proximo torneo que pueda, porque,a fin y al cabo, es dónde se más se disfruta el hobby.
Como punto final agradecer a FerBlo y a mis amigos de A 2+ Chupito el haberme convencido para ir al IX GT de Talavera. Mención especial a todos mis rivales, a los organizadores y a mi novia, por acompañarme (y aguantarme) en esta aventura.
PD: El año que viene espero regresar y que la maldición de Nurgle no caiga sobre mi cono ocurrió en este GT.
Saludos.
Vaya, ya es mala suerte… Espero que la próxima vez los poderes ruinosos te respeten y puedas disfrutar del torneo sin encontrarte tan mal. ¡Nos vemos allí!
Pues sí que es mala suerte, sí. Pero es buen consejo, yo llevaba alguna cosa, aunque pensando más en posibles migrañas: tengo cierta propensión a padecerlas y tantas horas de juego seguidas auspiciaban problemas. Recuerdo que Kirt4sh tuvo que tomarse algo también.