– ¡Yo soy Espartaco!
– ¡Yo soy Espartaco!
– ¡Yo soy Espartaco!
Ya está, si no has pillado la referencia, te toca ver un poco más de cine clásico. Pero hoy no he venido a hablar de cine, ni del evento histórico que inició la leyenda. Hoy vengo a hablar del juego de mesa.
¿Te gustan los juegos de gladiadores?
Obviamente, un juego con el nombre de Espartaco va de esto. En este caso, el enfoque es curioso, porque en vez de encarnar a un gladiador, vamos a llevar el papel de un patricio romano cuyo objetivo es ganar más influencia que el resto. Y todo va a estar centrado en las luchas de gladiadores, pero no va a ser lo único.
Cada uno de los patricios tendrá una especialidad, que será lo que diferencie a los distintos jugadores. Como suele suceder con mecánicas de este tipo, le aporta variedad al juego sin causar desequilibrios notables, ya que no me atrevería a decir que una habilidad sea mejor que otra.
Cada patricio tendrá una serie de esclavos, gladiadores y guardias, además de un medidor de influencia y unos cuantos sestercios. Algo curioso es que hay esclavos y gladiadores «de serie», o sin habilidades especiales, que son con los que se empieza la partida, y luego están los que tienen alguna habilidad especial, que se podrán comprar en el mercado. Los esclavos son algo así como la base económica de cada casa: hacen falta para alimentar a todo el mundo y generan riqueza. Los gladiadores, obviamente, sirven para los combates de la arena. Y los guardias sirven como defensa contra los ardides de otros patricios.
La mecánica es muy sencilla:
- Una primera fase de mantenimiento. Lo típico: recaudación, curación (o no) de heridos, etc.
- Fase de intrigas, oportunidad para los tejemanejes oscuros de los patricios, para negociar entre ellos (probablemente en contra de un tercero) y realizar los negocios que consideren oportunos, con total libertad.
- La fase de mercado, importantísima, que será en la que los patricios, mediante un sistema de subasta oculta, pugnarán por comprar los esclavos y gladiadores que vayan saliendo. Y al final de la misma, por el preciado token de «anfitrión», que permitirá a su poseedor organizar unos juegos, lo que le puede reportar un punto de influencia.
- Fase de juegos, si la hay (que es lo suyo): donde dos gladiadores se juegan la vida en la arena.
Para mí, el corazón del Spartacus es precisamente esta última fase de juegos porque, intrigas aparte, es donde más influencia y dinero se puede ganar (o perder). Ya he mencionado lo importante que es ser el anfitrión, y como eso se consigue siendo el mayor pujante en la fase de mercado, podríamos decir que tener más dinero que el resto de jugadores garantiza ese privilegio.
Organizar los juegos es una forma directa y sencilla de ganar influencia. Pero ojo, también puede ganarla el patricio que participe en los juegos y cuyo gladiador gane (podrá hacerlo sólo por invitación del anfitrión… y en caso de negarse a participar, la perderá). Es una curiosa mecánica donde se puede obligar a los jugadores a exponerse. Realmente no pierden nada por participar: si ven que el combate va a ser muy duro, no tienen por qué arriesgar a su mejor gladiador, pueden enviar a uno estándar o incluso a un esclavo. Para mí es un pequeño fallo, ya que debería perderse influencia por perder un combate, y así todo el mundo intentaría participar siempre con sus mejores guerreros.
El anfitrión, por cierto, sólo participará con su gladiador si queda una vacante libre (es decir, si sólo ha aceptado uno de los otros jugadores). Si todos rechazan participar (cosa harto improbable, ya que todos perderían un punto de influencia), el anfitrión no ganará el punto por organizar los juegos. Puede darse el caso, no obstante, si el anfitrión está muy cerca de la victoria.
Y después de ver quiénes serán los que se van a jugar la vida, llega el divertido sistema de apuestas. Y sí, un patricio puede apostar en contra de su propio hombre. Es un sistema sencillo: cada uno apuesta, si quiere, por el ganador del combate, y si habrá un herido o un decapitado (lo explico a continuación). No hay límite para las apuestas más allá del propio dinero que pueda poner cada jugador.
En definitiva, combate aparte, ésta es la parte más interesante de cada turno. Una vez escogidos los contendientes y realizadas las apuestas, no queda sino batirnos.
El combate
Para mí, el gran fallo de este juego.
Intentaré resumir la mecánica: los dos muñecos se colocan en un tablero circular que representa la arena, con las consecuentes fichas hexagonales. Los gladiadores tienen tres atributos: ataque, defensa y velocidad, y tirarán el número de dados correspondiente. La iniciativa la gana el que saque más en la tirada de velocidad, y podrá escoger quién actúa primero en ese turno. Cuando un gladiador actúa, puede mover tantas casillas como marque su atributo y, si está adyacente a su rival, golpearle.
Es sencillo, el atacante tira tantos dados como tenga en el atributo de ataque, y el defensor hace lo mismo con su atributo defensa. Se comparan los resultados, emparejando los dados de ambos de mayor a menor. Si el atacante saca más que el defensor en una pareja de dados, o si el defensor no tiene dado y el resultado es de 3+, es una herida, y el defensor tiene que eliminar un dado de uno de sus tres atributos.
Y así, hasta que uno de los atributos quede a 0, en cuyo caso queda herido y ha perdido el combate; aún puede morir, si el organizador de los juegos decide tal cosa (y aquí lo suyo es hacer un poco de teatro con el pulgar). Puede darse el caso (más frecuente de lo que parece) de que el atacante haga demasiadas heridas al defensor y directamente le deje todos los atributos a 0, en cuyo caso estará decapitado.
Se resuelven las apuestas, el patricio dueño del gladiador vencedor gana 1 punto de influencia, y el gladiador se lleva un token de veterano, lo que le da más valor para futuros combates.
Pero, ¿por qué digo que es el gran fallo de este juego? Pues porque es un quiero y no puedo. Parece que los jugadores pueden utilizar algo de táctica, moviéndose por la arena. Pero la realidad es que lo único que puedes decidir, si tienes la iniciativa y mayor velocidad que tu oponente, es quién da el primer golpe. Luego ya no vale de nada: ¿para qué vas a huir de la pelea, si no hay escapatoria posible? Así que se convierte en un combate tipo «Rasca y Pica» (si alguien no lo pilla, que googlee esto y mire los vídeos de los Simpson que salen). Los dos jugadores tiran dados sin tener ningún poder de decisión más que el de escoger qué dado eliminar, sensación ficticia porque la lógica siempre dice que primero se eliminen los de velocidad, y después los de defensa (sin defensa puedes ganar si el oponente saca malas tiradas, pero sin ataque no puedes ganar).
O dicho de otro modo: el resultado es puro azar.
Le falta chicha. Por mucho que haya sutiles variantes, como las habilidades propias de los gladiadores de élite, o el uso de determinado tipo de armas o armaduras, al final no hay táctica posible para los jugadores. Y eso es un fallo gordo.
Además, se echan en falta otras opciones, por ejemplo un 2 vs 2, o incluso una especie de todos contra todos. La expansión está servida si incorporamos al espectáculo el uso de bestias
Lo mejor de Spartacus
- Mecánica sencilla de aprender pero muy interesante.
- Los acabados y el arte. Se agradecen las cuatro miniaturas de gladiadores.
- El careto de degenerado total de uno de los patricios (ver ilustración de portada).
Lo peor de Spartacus
- La ausencia total de táctica en los combates.
- El juego está diseñado exactamente para cuatro jugadores. Con menos pierde muchísima gracia.
- No existe la regla de que ganes automáticamente al poseer a Espartaco.
Resumen
A mí me ha gustado bastante.
Pese a que es muy mejorable, como ya he dicho, sobre todo en la parte de los combates, en líneas generales es un juego muy divertido, de ésos de ir todos a por el que va ganando, pero sin que exista ese efecto Munchkin que haga imposible ganar en los turnos finales. Aunque haya una componente grande de azar en los duelos de gladiadores, y en cierto modo en el reparto de cartas durante la fase de intriga, lo cierto es que va a ganar el jugador más habilidoso y con una mejor estrategia.
Es un juego ágil, rápido de explicar y de jugar, sin grandes complicaciones pero con la suficiente profundidad como para que haya que pensar un poco. Me queda la duda de si será muy rejugable, pero para sacarlo ocasionalmente, creo que merece la pena.
Por tanto, muy recomendable.
Como siempre, os dejo aquí (o pinchando en la siguiente imagen) el enlace de compra.
De acuerdo en todo, con un pequeño matiz: a mí no me importa que los combates sean totalmente aleatorios, ya que la estrategia está en otras partes. Pero si esto es así, me parece que el tablero y las miniaturas están de más: con poner las cartas de gladiador (y sus armas) una frente a la otra basta y sobra, y nos ahorramos unos euros.
Dicho lo cual, a mí también me gusta.