¿Veis esa cabeza de dragón colgada en la pared de la Taberna? Pues os voy a contar la historia de cómo fui con dos amigos a acabar con el temible dragón que amenazaba con asolar nuestro pacífico pueblo.

Tres enanos y un dragón
Hace poco hablaba del Saboteur, un juego de mesa en el que los enanos eran protagonistas. En este ocurre lo mismo, pero ya no hablamos de esforzados mineros, sino de valientes cazadragones. Al más puro estilo de Thorin y compañía, pero en este caso sólo son tres, y sus recursos son limitados.
Sin entrar en demasiado detalle en las reglas, que sabéis que no me gusta, la idea es que en un espacio reducido los tres enanos deben dar caza al dragón… y no morir en el intento. Para ello cuentan con tres habilidades: una red, con la que pueden atrapar temporalmente al dragón e intentar darle cera antes de que se libere; una ballesta, para atacarle a distancia (siempre que no haya otro enano de por medio); y la habilidad del líder que podríamos llamar darlo todo, que consiste en tener más acciones durante el turno habitual de los enanos.
¿Y el dragón qué tiene para enfrentarse a los enanos? Pues aparte de ser duro de narices, vuela y lanza fuego, como no podía ser de otro modo, pudiendo además flambear a más de un enano si les pilla en línea recta. Pero que nadie se engañe, en este juego la víctima es el dragón, que tendrá que hacer lo posible por sobrevivir. La cosa es simple: si el dragón muere, ganan los enanos, y si no, gana el dragón.
La mecánica es muy simple: habiendo una baraja de cartas para los enanos y otra para el dragón, cada jugador tendrá en su mano un número de cartas, y durante su turno podrá hacer una cosa: o robar dos cartas, o usar una carta. Estas cartas permiten mover a las miniaturas o realizar ataques. También se podrá gastar una carta defensiva cuando vayamos a ser víctimas de un ataque.
Ya está dicho casi todo: la idea va a ser jugar nuestra táctica lo mejor posible en función de las cartas que tengamos en la mano. Y aquí es cuando viene lo que para mí es el gran atractivo de este juego: las estrategias son completamente distintas siendo el dragón o siendo los enanos, y más engañosas de lo que pueden parecer.
Porque siendo un poderoso dragón, lo que pide el cuerpo es que devore a los enanos uno a uno, acabando con su injusta ventaja numérica y cortando su variedad de recursos: muerto un enano, se acabó el poder utilizar su habilidad especial. Sin embargo, lo que va a determinar la victoria del dragón es la supervivencia, y para ello debe encontrar el correcto equilibrio entre poner distancia con sus cazadores y amedrentarles lo suficiente como para que tengan que actuar con cautela.
Y viceversa: los enanos pueden ir demasiado a saco a por el dragón y verse, de pronto, con que uno de ellos está a punto de pringar, en cuyo caso no se habría perdido todavía la partida pero, si el dragón está aún demasiado entero, las posibilidades se reducirían al mínimo. Sin embargo tampoco pueden ser demasiado conservadores, pues el tiempo corre en su contra.
El tablero es más pequeño de lo que parece, pues sólo se juega en las casillas hexagonales marcadas, que forman un área igualmente hexagonal de tres casillas por cada lado. Lo suficientemente acotado como para que el dragón se pueda ver continuamente acorralado, y lo suficientemente grande como para que pueda moverse con cierta holgura poniendo distancia con los cazadores.
Ésta va a ser la clave de la victoria: el movimiento inteligente de las piezas, como si de un ajedrez se tratase, buscando aprovechar los recursos de la mejor forma posible. De forma que, aunque debamos ceñirnos a las cartas que tenemos, ganar o perder dependerá sólo de nuestra habilidad y decisiones.

Lo mejor de Drako
- Maravillosas miniaturas. Son sólo 4, pero de una calidad excelentes. Apetece pintarlas con mimo.
- El diseño de la mecánica del juego roza la perfección. Es sencilla pero requiere pensar un poco la jugada, sin ser necesario caer en excesos. Y siendo un juego asimétrico la dificultad de ambos bandos está perfectamente medida. Se nota el playtesting.
- La duración del juego: o los enanos matan al dragón, o se acaba la baraja de los enanos. Para mi gusto no te quedas con sabor a poco pero tampoco es excesivamente largo.
Lo peor de Drako
- Para dos jugadores. No es que esto sea algo malo en sí, pero personalmente tiro más bien hacia juegos con más jugadores, por la componente social de los juegos de mesa.
- El tablero está mal aprovechado, apenas se utiliza la mitad de su superficie. La ilustración está bien, y ambienta, pero el área efectiva de juego es muy pequeña. Podrían haber reducido el tamaño del tablero (reduciendo así también el espacio de almacenaje) o aumentado el área real de juego, aunque me imagino que eso habría implicado un mayor tamaño de miniaturas y por tanto mayor precio.
- La dificultad para encontrarlo… pero luego hablaré de esto.
Una pequeña anécdota
La vida a veces te ofrece sorpresas inesperadas, así fue en mi caso con el hallazgo de este juego.
Resulta que me encontraba con mi señora disfrutando de los rigores del invierno en una confortable casa rural en Burgos. Tras un día ajetreado y haber cenado, nada mejor antes de irse al catre que relajarse en la amplia zona común, vacía porque no estamos en temporada alta, con la chimenea crepitando y el sofá y la mesa para nosotros solos.
El salón en cuestión tenía una surtida biblioteca y un armario lleno de juegos de mesa. Lo que cualquier mortal habría hecho es coger una baraja y echar una partida a alguno de los múltiples juegos populares conocidos por todos. Pero el que suscribe es un jugón, así que me entretuve mirando la colección de juegos que allí había.
Y para mi sorpresa descubrí que el dueño de la casa es otro jugón. Porque nadie «normal» podría tener semejante colección de juegos, allí, a disposición de sus huéspedes.
Así fue como vi el Drako. Me llamó la atención el diseño, así como el hecho de no conocerlo en absoluto (y no era el único). Cuando vi que las instrucciones se leían enseguida y que era para dos jugadores, tuve claro que era el perfecto para echar el rato con la parienta.
Efectivamente, cuando pasó por allí el posadero no pudo evitar fijarse en el juego elegido, y con cara de satisfacción por haber encontrado a otro de su especie, entabló conversación con nosotros confirmando mis sospechas. Menudo personaje, el tío incluso había diseñado su propio juego y lo comercializaba en EEUU, aunque al parecer sin demasiado éxito.
Debo decir que fue todo un placer por mi parte. La casa rural era muy acogedora, la cena (cocinada por el mismo tipo) deliciosa y a buen precio, y la charla con él muy agradable, ni demasiado larga ni intrascendente. Finalmente nos dejó allí con toda la confianza del mundo, para que jugásemos hasta hartarnos y con un leño nuevo en la chimenea. Un auténtico gustazo.

Cómo conseguirlo
Y aquí viene la peor parte. Pese a que el juego, como he dicho, está muy bien, y a que tiene ya sus añitos (es del 2011), lo cierto es que no ha terminado de despegar comercialmente. Puede que precisamente por el hecho de estar restringido a dos jugadores. Aunque sí tenga su público, por ejemplo si yo fuese padre de dos chavales ésta sería una de mis primeras opciones.
Así que, en contra de lo que ocurre en otros artículos, esta vez no veréis un enlace para comprarlo en Amazon. Porque sencillamente no lo he encontrado disponible en la web del gigante comercial. Y eso es muy significativo.
Mi consejo, si alguien lo quiere, es que se pase por su tienda de juegos habitual y pregunte a ver si se puede importar o conseguir de algún modo. El diseñador es Adam Kaluza, creador también del K2, juego del que hablaremos también en algún momento. Y no sé deciros la distribuidora porque, como supondréis por la anécdota anterior, ni lo tengo ni lo puedo mirar.
Aquí tenéis la entrada de la BGG por si os sirviese de algo.
Y nada más. A modo de conclusión, por supuesto lo recomiendo. No es el mejor juego al que he jugado, pero sí fue muy entretenido, y desde luego me he quedado con las ganas de comprarlo.
P.D.: esta vez sí que sí, estoy convencido de que nuestro colaborador Byor no lo conoce.
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Tienes razón, no lo conozco! Y lo mejor es que mola un huevo y ahora lo quiero jugar!
¡Ja! ¡Por fin!