Tres líneas de cómputo. Progresiones geométricas variables. Factores multiplicadores condicionados. Inversión cuantificable en avance imputable al mínimo común denominador… ¿Un mero problema matemático, decís? ¿Pura aritmética, combinaciones de números sin más? Ja. Yo lo llamo diversión. Y también lo conciben como tal los ingenieros encargados de tender largas líneas de ferrocarril por las vastas estepas de la Unión Soviética en plena Revolución Industrial. Bienvenidos a Russian Railroads.
Чистая математика
Russian Railroads es un eurogame en el más puro sentido del término: información perfecta abierta a todos los jugadores, mínimo componente de azar, consecución de la victoria por acumulación progresiva de puntos de victoria por diferentes vías. Con esta receta básica en la que se fundamenta este popular género de juegos de mesa, es inevitable que todos ellos basen sus mecánicas en un más o menos complejo cálculo matemático: la ruta estratégica A me reportará x puntos en y turnos con una inversión de z recursos… ¿qué estrategias adoptarán mis rivales, y cómo de efectiva será su ecuación respecto a la mía? Pero dependiendo del título en el que nos fijemos, la capa matemática subyacente al juego, esta ecuación que sostiene el problema, es más o menos aparente; en ocasiones queda razonablemente oculta bajo la temática los componentes y la dinámica del juego, y en otras se hace tan evidente que una partida parece una reunión de colegas alrededor de una hoja de Excel.
En este último extremo es donde se sitúa el juego de los ferrocarriles soviéticos de hoy. Tanto es así, que a muchos les costará encontrar la diversión por encima del álgebra. Veamos.
Ferrocarriles rusos
En Russian Railroads hasta cuatro ingenieros ferroviarios compiten por ser los más eficientes a la hora de trazar y luego modernizar las rutas de ferrocarril industrial a Vladivostok, San Petersburgo y Kiev. Durante la partida, cada jugador avanzará sus vías por cada una de estas tres rutas mediante la gestión de sus trabajadores, el descubrimiento de nuevas técnicas industriales, y el reclutamiento de expertos ingenieros que le proveerán de habilidades mejoradas. Los jugadores tendrán que ir modernizando sus locomotoras para poder alcanzar los puntos más remotos conforme sus trazados avancen, además de mejorar sus propias vías: las primeras líneas que se tracen llegarán muy lejos fácilmente, pero tendrán que ir seguidas de otras de mejor calidad para poder alcanzar los mejores beneficios y sumar más puntos de victoria.
Como en tantos otros eurogames, en RR contamos con dos grandes áreas de juego: la zona común de selección de acciones, donde iremos colocando nuestros trabajadores para conseguir progresos y beneficios varios, y el tablero personal, donde se registrarán los avances en las diversas rutas que se traducirán directamente en puntos de victoria.
En la primera la dinámica de juego se resuelve de forma sumamente interesante por la colisión con el resto de jugadores. Las posibles acciones en las que se pueden colocar trabajadores son perversamente limitadas, algunas son claramente mejores que otras, y una vez ocupadas por un jugador, los siguientes ya no podrán disponer de ellas. Además, este tablero central aloja también la cola de reclutamiento de ingenieros, que vienen a representar acciones extra que cada uno puede adquirir para su uso y disfrute particular, circunstancia de gran importancia según avanza la partida y las posiciones de acciones clave se van volviendo cada vez más demandadas.

En los tableros personales, por otra parte, se reflejan las tres rutas de ferrocarril en las que los jugadores pueden ir avanzando. Esto permitirá desbloquear ciertos beneficios en función de dónde se concentren los progresos, lo cual a su vez repercutirá en la economía personal del jugador, su rapidez en avanzar las vías, diversas ventajas industriales que puede obtener, y un sinfín de variables que resultarán en que sea muy difícil calcular cuál es la opción matemáticamente más favorable en cada momento. Este es, a fin de cuentas, el quid del éxito de la experiencia de la partida: el «motor» matemático del juego es muy evidente en todo momento –los números están siempre ahí, a la vista de todos–, pero la fórmula es tan compleja que no resulta posible hacer todos los cálculos cada turno, por lo que no queda más remedio que imaginar una aproximación y dejarse llevar por el instinto.
Ingeniería ferroviaria de buen ver
El ingrediente imprescindible que contribuye a que la matemática divierta en el caso que nos ocupa es el componente estético, que en este caso puntúa con excelencia. El diseño gráfico del conjunto es muy funcional: todos los componentes del juego están repletos de iconografía, no hay nada de texto más allá del manual de instrucciones. Y este sistema iconográfico funciona perfectamente: todos los símbolos son limpios, claros, y fácilmente distinguibles, y basta una breve explicación del significado de cada uno para comprender completamente el lenguaje propio del juego; normalmente solo es necesario consultar el manual para traducir algún icono particular en dos o tres ocasiones durante la partida.
El resto de la estética del juego es también excelente; todas las ilustraciones, fondos, y diseños de tableros, contadores y cartas mantienen una línea gráfica muy agradable y que se ajusta muy bien a la temática. Hasta los contadores de avance por las diversas vías, que serán los componentes que más se manipularán durante la partida junto a los trabajadores, tienen una forma única de segmento de línea de ferrocarril que le da mucha personalidad al juego.
Es sorprendente, de hecho, cómo la ambientación se mantiene presente durante toda la partida. Hablamos de un juego sobre trazar líneas de ferrocarril en el que ni siquiera hay un mapa, y que sin embargo consigue que todo el conjunto respire ambientación gracias a las constantes referencias a locomotoras, vías e ingenieros fáciles de asimilar y que colorean de temática todo el álgebra.
Múltiples vías al éxito
La gran virtud de estos juegos con sistemas de puntuación complejos y múltiples acciones a ponderar en cada turno es la posibilidad de alcanzar la victoria con estrategias variadas. Russian Railroads no iba a ser menos, y de hecho el propio diseño del tablero personal del jugador hace una clara referencia a esta posibilidad al presentar las diferentes rutas en las que, evidentemente, será imposible progresar hasta el final en su totalidad, por lo que no quedará más remedio que enfocar los esfuerzos en alguna combinación de ellas. El equilibrio de todas ellas está muy estudiado, y es difícil aventurar que alguna de las posibles combinaciones estratégicas sea más eficiente que las demás.
La capa complementaria, la táctica, es la que se desarrolla en el tablero central de acciones compartidas. Aquí es donde entra en juego la tensión por culpa de la colisión con el resto de jugadores por la limitación de espacios: siempre da la sensación de que alguien va a quitarnos la acción que necesitamos a continuación, o que nos falta justo un trabajador para realizar todas las acciones que necesitamos en cada turno. Con lo cual, es especialmente favorable tener un orden de turno lo más temprano posible, orden que también se dirime con un espacio de colocación de trabajadores, con lo que se genera una dinámica en la que el juego te obliga a calcular estratégicamente con un turno de antelación para decidir cuándo merece la pena consumir recursos en garantizar una buena posición en el orden de juego para el turno siguiente. Esta limitación añade un factor estratégico muy interesante al comienzo de la partida, ya que un vistazo crítico a los planes que parecen trazar el resto de jugadores al principio puede resultar muy ventajoso para optar por una estrategia diferente al resto en la mayor medida posible para evitar competiciones por las mismas acciones.

La progresión en puntos de victoria, que se calcularán y sumarán para cada jugador al final de cada ronda, resulta curiosamente similar a la aceleración de una locomotora de vapor: los primeros avances son lentos y costosos, pero poco a poco irá cogiendo velocidad y súbitamente sorprende lo rápido que avanza para alcanzar una endiablada velocidad al final de la partida. No es ninguna exageración: estamos hablando de pasar de sumar entre cero y diez puntos de victoria en los primeros turnos, a que todos los jugadores sumen más de cien en los últimos. Esta empinada curva de progresión es también inmisericorde: con las grandes cifras que se consiguen hacia el final de la partida, si un jugador comete un error y se atasca en los primeros turnos, puede fácilmente quedarse un paso por detrás del resto y hacerse evidente muy temprano que se ha quedado sin posibilidades de victoria al final. No es que sea imposible remontar: hay algunas estrategias que puntúan menos al principio para dar mejores beneficios que las demás al final, pero todas ellas hay que conducirlas con precisión, un error temprano puede arruinar la partida, y el jugador será perfectamente consciente en cuanto ocurra, con lo que posiblemente le estropeé un poco la diversión el resto de la jornada.
Estación término
Russian Railroads es un gran juego con una excelente producción, una interesante temática que encaja, y una mecánica que funciona y engancha. Posiblemente no sea para todos los públicos por la complejidad del conjunto, pero si consiguen abstraerse de la manifiestamente presente hoja de cálculo que fundamenta la partida, todos los eurogamers e incluso jugadores más casuales que quieran probar el género tienen en este título una referencia segura.
Lo mejor
- Múltiples vías de puntuación que permiten adoptar diferentes estrategias en cada sesión.
- Selección de acciones mediante trabajadores con colisión con el resto de jugadores emocionante y funcional.
- Una ambientación interesante que se ajusta muy bien a las mecánicas, y que se mantiene siempre presente durante la partida.
- Un juego con una producción excelente, con componentes de muy buena calidad y un diseño gráfico funcional y atractivo.
Lo peor
- Con la abundancia de números, factores multiplicadores y variables, puede parecer más un problema matemático que un juego de mesa.
- La fase de puntuación al final de cada ronda no es muy intuitiva y cuesta trabajo pillarle el funcionamiento, lo que puede ralentizar la partida mientras unos jugadores ayudan a otros y todos se aseguran de que nadie se equivoque en los cálculos.
- La curva de progresión de puntuación es muy empinada, y si un jugador pierde la aceleración pronto, puede encontrarse sin posibilidades reales de victoria antes de la mitad de la partida.
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2disorders
Recuerdo que jugué una única partida hace unos años (lo de única no es porque no me gustara, es porque el juego no era mío y no hubo más ocasión) y me pareció complejillo. No lo mencionas, pero… ¿es posible que peque de parálisis por análisis? Igual me ocurrió por novato. Ahora me picaste y me apetece jugar otra.
Mmm… yo diría que no especialmente. Las acciones disponibles son bastante asimétricas, en el sentido de que unas son claramente mejores que otras en función de tu estrategia, así que no se trata de decidirse por varias alternativas equivalentes, siempre hay una acción que es claramente la que más te conviene en cada momento.
Mientras los jugadores mantengan la buena práctica (general, no solo de este juego) de ir pensándose su siguiente turno mientras los demás juegan los suyos, todo debería fluir bastante bien. Siempre ocurrirá durante la partida que algún desalmado te robe la acción que necesitas en tus narices justo antes de tu turno y te obligue a repensar, claro, pero la colisión no es constante.