Hoy, 25 de mayo, es el Día del Orgullo Friki. ¿Por qué esa fecha? Pues porque el mismo día del año 1977 se estrenaba el Episodio IV de Star Wars: Una nueva esperanza. Como decía en mi artículo dedicado a los JdR de Star Wars, es curioso que el día de Star Wars sea el 4 de mayo, tan sólo 21 días antes. Pero no vengo a hablar de fechas. Vengo a hablar de un fenómeno inexplicable.
Un poco de historia
El Día del Orgullo Friki se celebra en todo el mundo, cada vez de forma más extendida. Lo curioso es que esta iniciativa nació en España de la mano de un bloguero, un tal Señor Buebo, hace ya 10 años. Aquí podréis encontrar la historia relatada por él mismo, dentro de la web oficial del Orgullo Friki.
El 25 de mayo del 2006 fue el primer Día del Orgullo Friki, con gran repercusión mediática, se reunieron del orden de 500 personas en la plaza de Callao de Madrid con la intención inicial de hacer un gran Pac-man humano, pero congregando a personajes de toda índole, incluyendo por supuesto a fans de Star Wars, y con la presencia de la legendaria Legión 501. Si bien es verdad que los años posteriores tuvieron cada vez menos participantes.
El gran éxito, en cualquier caso, fue la repercusión en los medios. Con portada en el suplemento de ocio de El País, y poco a poco, con cada vez más eventos, tanto en España (el FrikiMAD, programas de tv en el canal TNT, etc.) como en el extranjero, empezando por EEUU (donde se conoce como el Geek Pride Day) y cada vez en más países.

¿Orgullo Friki?
Decía que este fenómeno me parece inexplicable. Cuando yo iba al instituto ser un friki era un peligro, el peligro de que te mirasen como a un bicho raro. Si decías que eras aficionado a los libros de la dragonlance, o que te habías leído El señor de los anillos, inmediatamente te catalogaban como el rarito de turno; para qué vamos a hablar ya de cosas más chungas como los juegos de rol (sobre todo en una época en la que se hizo tristemente célebre el mal llamado crimen del rol, que tanta mala prensa supuso para el hobby). Tan sólo los cómics de superhéroes se salvaban de la quema, siendo mucho más aceptados popularmente. Yo he llegado a escuchar la afirmación de un policía nacional de que los juegos de rol eran ilegales.
Recuerdo con cierta nostalgia una ocasión en que gané un concurso de relato corto en mi instituto. Mi profesor de literatura me preguntó qué me iba a comprar con el cheque de 5000 pesetas (sigh) de El Corte Inglés, a lo que yo no dudé en responder que sería la edición en VHS de la trilogía de Star Wars. Fue lo suficientemente prudente como para no decirme lo que pensaba al respecto, aunque demasiado expresivo como para que no me diese cuenta mientras me respondía un políticamente correcto “ah, muy bien, pues que las disfrutes” (¡y vaya si lo hice!).
En cualquier caso, recuerdo que el frikismo era una subcultura condenada al ostracismo, una afición que había que cultivar en foros privados, lejos de la visión del público general. Por supuesto jamás (al menos a mí) me sirvió para ligar, entre otras cosas porque las chicas aficionadas a cualquier temática friki se contaban con los dedos de la mano. Los episodios de Big Bang Theory en los que las protagonistas entran en la tienda de cómics de Stwart, provocando las ojipláticas caras de asombro de los parroquianos, son (o eran) más reales de lo que parecen. En fin, podría poner decenas de ejemplos, pero lo que está claro es que friki siempre fue un adjetivo con una connotación despectiva, motivo por el cual yo prefiero hablar de fans, probablemente motivado por la obra del genial Cels Piñol.
Pero de alguna forma las cosas están cambiando.
De repente, ser un fan mola. Está de moda. Como todas las modas, puede que sea pasajera, pero en la actualidad está de moda, de eso no cabe duda. Gracias sobre todo a internet, el ostracismo al que se veían condenados los fans, antaño limitados a fanzines de escasa tirada, pueden compartir sus hobbies con otros muchos fans, conocer juegos, películas o cómics de forma que antes era impensable, participar en eventos, o publicar blogs como éste que estás leyendo. Pueden relacionarse, y pueden disfrutar de su ocio con mucha mayor libertad y menor crítica por parte de los no fans.
No nos engañemos, los fans siguen (seguimos) siendo unos bichos raros. Sobre todo fuera de las nuevas generaciones, los chavales que han crecido con internet para los que las pesetas suenan igual de antiguas que para nosotros los maravedíes. Y la verdad es que a mí mismo me siguen aterrando determinados personajes que llevan su frikismo (no sé cómo suavizar esta palabra) a límites excesivos. Pero la realidad es que cada vez está más aceptado este tipo de ocio alternativo en la sociedad.
A día de hoy los cómics ya no son tebeos para adolescentes, sino objetos de culto que en algunos casos cotizan como auténticas obras de arte. Tenemos de media 3 estrenos de películas de superhéroes al año. Los videojuegos son el mayor mercado del ocio (en cuanto a dinero que mueve). Los juegos de rol, lejos de haber muerto, están viviendo una segunda edad dorada, con múltiples publicaciones de juegos nuevos y reediciones de clásicos. Star Wars está hasta en la sopa, ahora el rarito es el que no ha visto las películas. Los juegos de tablero, de cartas o de especialista, ya no se encuentran sólo en tiendas especializadas, sino también en grandes centros comerciales. Ya no parece tan raro que un fan se ligue a la rubia impresionante que tiene como vecina (bueno, sí, pero al menos el tema está más abierto). En definitiva, es una buena época para ser un fan.

Pero de ahí a sentirme orgulloso… hombre… yo no diría tanto.
La verdad es que nunca he entendido eso de estar orgulloso de ser algo. Yo puedo estar orgulloso de haber ganado un premio, terminado una carrera, o tenido determinada actitud en un momento dado. Puedo sentir orgullo por empatía con un ser querido que protagoniza tal o cual hazaña. Pero no entiendo lo del orgullo por ser o por tener algo. Si tengo una larga cabellera envidia de los calvorotas no siento orgullo, eso se llama vanidad o narcisismo. No puedo estar orgulloso por ser blanco o negro, alto o bajo, hombre o mujer, español o lo-que-sea, en todo caso puedo aceptar lo que soy y estar contento por ello; pero no es un orgullo, igual que no aceptarlo y luchar por cambiar nunca será una vergüenza.
Entiendo que la intención de los inventores de este día ha sido equiparar el frikismo con otras minorías sociales, pero creo que ha sido una elección de nombre desafortunada, porque no deja de asumirlo como algo raro y poco aceptado socialmente, y porque en el fondo no hay nada que reivindicar, no podemos pedir unos derechos que nunca hemos perdido: jugar al rol nunca fue ilegal, aunque algunos lo crean.
El caso es que sigo disfrutando como el enano que soy jugando al rol, al warhammer 40.000, a juegos de mesa, viendo películas de superhéroes, leyendo un buen cómic o una buena novela de fantasía o ci-fi, bebiendo cerveza en mi cuerno, o poniéndome una camiseta del Equipo A. Me encantan el Darth Vader de Lego que adorna mi estantería, mi sable láser y mi mandoble templario (regalos de mi chica). Pero no siento orgullo, sólo ganas de volver a tirar los dados.
Así que no asistiré a los eventos del Día del Orgullo Friki (que seguro que están geniales) porque… bueno, supongo que estoy viejo para esto.
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