La batalla se ha perdido. Uclés ha sido escenario del gran desastre: el ejército cristiano del rey Alfonso VI no ha podido con el almorávide. Los soldados supervivientes huyen como pueden de la masacre.
Pero en medio del caos puede perderse más, mucho más. Pues el infante Sancho Alfónsez, heredero del reino, corre grave peligro. Su caballo ha sido herido en la batalla, por lo que no logra huir a tiempo. Los sarracenos lo saben, y ponen todo su empeño en dar con él e impedir su fuga.
Uno a uno, dan caza a sus defensores, que caen defendiendo al futuro rey. Tan sólo siete valientes permanecen custodiando al infante. Siete condes, que están dispuestos a dejarse la vida. Los enemigos son muchos, pero la causa es desesperada.
Forman en círculo a su alrededor, hombro con hombro. Espadas prestas y firme resolución. Ya no hay cansancio, sólo queda luchar hasta la muerte. Volverán a la corte de Toledo con el infante… o no volverán.

La invasión almorávide
Es un momento crucial para la Reconquista. Ahora sí cabe hablar de tal cosa, pues cuatro siglos después de la llegada de los musulmanes en la batalla de Guadalete el panorama ha cambiado bastante.
Alfonso VI se llama a sí mismo Emperador de todas las Españas, Imperator totus Hispaniae, dado que es rey de varios reinos: el de Galicia, León y Castilla, y ahora también de Toledo.
Toledo es la clave de todo. Es el punto de inflexión. Era la vieja capital visigoda, y como tal, tiene un valor simbólico importantísimo, además del estratégico y económico. Tras la toma de Toledo se consolida el reino, y van cayendo otras plazas, como Talavera de la Reina (adonde, por cierto, viajaré mañana mismo) o Mayrit.
Los reinos de taifas musulmanes no son rival para Alfonso VI. De hecho muchos no quieren serlo, y rinden vasallaje, como el anterior rey de Toledo, Al-Mamún, que fue asesinado en Córdoba; si Alfonso tomó Toledo fue precisamente en auxilio de su nieto, Al-Qádir (eso sí, luego ya no soltó la capital).
La situación es inaceptable para el Imperio Almorávide, que domina todo el Magreb. Los almorávides son fanáticos religiosos, monjes-soldado que podrían considerarse el equivalente musulmán de las órdenes de caballería cristianas. Si los reyezuelos de las taifas no pueden hacer frente a los reinos cristianos… entonces tendrán que hacerlo ellos mismos. Es su deber sagrado recuperar Toledo para el Islam.
Así, en el año 1086 han llegado a la Península. Y el rey Alfonso se encuentra con un enemigo imparable que viene a destruirle.

La batalla de Uclés
Alfonso va perdiendo la guerra contra los almorávides, que le han arrebatado buena parte de los territorios conquistados. Por suerte, mantiene Toledo. Pero se ha visto forzado a pedir ayuda.
A los reinos cristianos de Europa, a quienes les ha pedido la realización de una Cruzada (pero ya sabemos que ésta no será la primera, pues ya hablamos de la de Zaragoza aquí), y varios personajes notables acuden en su auxilio, como Raimundo y Enrique de Borgoña, que se casarán con sus hijas.
Y también al Cid, con quien estaba enemistado (¿conocéis el episodio del Juramento de Santa Gadea? una bonita leyenda), y con el que se reconcilia. Pero de eso ya hablaremos en otro artículo, porque da para mucho.
No obstante, la ayuda es insuficiente. Los almorávides acumulan una victoria tras otra. El Cid muere en 1099. El rey Alfonso pelea (Alfonso VI el Bravo, así será conocido), pero no puede con sus enemigos.
Corre el año 1108, y un nuevo ejército almorávide marcha hacia Toledo. Alfonso está convaleciente: yace herido tras la batalla de Salatrices. Así que envía a su hijo Sancho (que ya es todo un hombretón de casi 15 años… guiño guiño) al frente de su ejército para enfrentarse a los musulmanes. Obviamente no le manda solo, Alfonso no es ningún necio: le acompañarán los notables del reino, que al fin y al cabo son los que ponen buena parte de las tropas.
Pero los almorávides, con el gobernador de Granada Tamim ibn Yusuf al frente (hermano del jefe de los almorávides, Alí ibn Yusuf) no van hacia Toledo, sino hacia Uclés, un importante punto estratégico desde el que poder lanzar futuros ataques a la capital.
El jueves 28 de mayo llegan a la ciudad y toman por sorpresa a los defensores. El destrozo es grande, pero no logran tomar la alcazaba.
Un día después, llega el ejército cristiano.
El tornafluye
No está claro cómo se desarrolla la batalla. Parece ser que los almorávides practican una nueva táctica, con masas compactas y disciplinadas, y que cuentan con potentes saeteros. El punto fuerte de los cristianos es la caballería pesada, que en un primer choque causa estragos en las líneas musulmanas.
Pero sus filas no se descomponen. Y mientras, las alas empiezan a caer bajo dominio musulmán gracias a la táctica del tornafluye.
Ésta es una maniobra propia de la caballería ligera musulmana. Consiste en aprovechar la superior maniobrabilidad para atacar y huir. Se acercan, lanzan dardos o jabalinas, y huyen antes de que la más potente caballería pesada cristiana les alcance. Y luego vuelven a repetir la maniobra. Los caballos tienen que aguantar menos peso, por lo que resisten más y se mueven más rápido.
De repente, los cristianos se ven rodeados. Y cunde el pánico.
El resto es conocido: los vencedores dan caza a los vencidos. Son pocos los que consiguen salvar la vida. Se cuenta que Tamim ordena cortar las cabezas y hacer una pirámide, sobre la que se va a subir para llamar a la oración. Una práctica almorávide habitual para sembrar el pánico entre sus enemigos.
Los siete condes
Pero el infante Sancho no cae en ese momento. Ha conseguido huir de la masacre, al menos inicialmente, escoltado por su ayo García Ordóñez, conde de Nájera, y por otros siete condes.
Sin embargo, su sacrificio será en vano. Uno a uno, los condes van cayendo. Dice la leyenda que el ayo García Ordóñez, herido ya de muerte, cayó encima del infante como último intento de protegerle, para que le rematasen a él en su lugar. El caso es que nada pudieron hacer para salvar la vida de Sancho.
No me queda claro, tras consultar varias fuentes, dónde les dan caza los musulmanes. Parece evidente que Sancho no es alcanzado en Uclés, porque entonces figuraría en los registros de Tamim. Además, el rey Alfonso podrá reclamar su cadáver, y de haber caído en Uclés éste habría sido incinerado.
Una primera posibilidad, al parecer bastante aceptada, es que intentase refugiarse en Belinchón, y que allí los mudéjares (musulmanes que vivían en territorio cristiano) se rebelasen ante la noticia de la derrota y le diesen muerte.
Otra posibilidad es que ocurriese en el castillo de Sicuendes, o bien en la aldea de Sicuendes, hoy desaparecida, pero que estaría en Villarrubia (al suroeste de Uclés). Llamándose Sicuendes precisamente por los siete condes.
¿Y quiénes fueron estos siete héroes? Nunca se supo, pero los investigadores han cotejado firmas de nobles en diversos documentos antes y después de la batalla de Uclés, y han determinado que bien podrían ser los siguientes: Martín Flaínez, Gómez Martínez (hijo del conde Martín Alfonso), Fernando Díaz, Diego Sánchez y su hermano Lope Sánchez, que era sobrinos de Lope Jiménez. Además del ya mencionado conde de Nájera, García Ordóñez, ayo del infante.
Algo tiene el número siete que, en forma de equipo, transmite algo especial. Y algo tiene esta parte de nuestra historia, que aunque sea un sacrificio infructuoso, no deja de ser un relato de honor y valor completamente épico.

Consecuencias
Más de las que parece.
En primer lugar, el rey Alfonso, que ya estaba mayor (y recordemos que convaleciente) recibe un duro golpe y pierde, de alguna forma, las ganas de seguir peleando. Muere al año siguiente, viendo cómo ha perdido casi todo lo que había conquistado en vida, pero dejando un rico legado: mantiene Toledo, ha revitalizado el Camino de Santiago y tenido una política europeísta.
A modo de curiosidad, ¿recuerdas las reliquias que descansan en la catedral de Oviedo? Pues bien, el inventario de las mismas se realizó en su presencia (y del Cid y de doña Jimena) cuando el rey Alfonso precisamente pasó por allí para regalar un arca plateada en la que custodiarlas.
Con la muerte de Sancho, la herencia al trono de León y Castilla pasa a su hermana Urraca, casada con Alfonso el Batallador, de Aragón, de quien ya hemos hablado aquí; este matrimonio, lejos de convertir ambos reinos en un núcleo cristiano fuerte, los va a sumir en continuas disputas. Y Galicia y Portugal pasan a los borgoñones Enrique y Raimundo.
El resultado de esto es que la Reconquista se ve frenada durante décadas y, en poco tiempo, se proclamará independiente el reino de Portugal (de lo que también hemos hablado aquí).
Los almorávides, por otra parte, conseguirán expandirse hasta la toma de Zaragoza. Y con la toma de Mallorca en 1116, caería la última de las taifas. Eso sí, no les duraría mucho la fiesta, pues pronto iban a verse suplantados por otro imperio musulmán: el de los almohades.
Por último, recomiendo escuchar este podcast de Memorias de un tambor, donde José Carlos cuenta de forma magistral (como siempre) estos hechos.
¿Te ha gustado el artículo? ¡Me alegro! Pues ahora te agradecería que hagas algo tú por mí. Por ejemplo:
- ¡Colabora! ¡Ayuda a mantener la Taberna!
- Suscríbete a la Newsletter. Es fácil, gratis, y te puedes dar de baja cuando quieras.
- Compártelo en las redes sociales. Un simple clic en el icono correspondiente.
- Deja un comentario. ¡Los respondo todos!
Hola Brottor.
Muchas gracias por escribir este artículo. Soy un fan de Memorias de un Tambor y de Histocast. Vivo a 30 km de Uclés y me apasiona la historia. tras escuchar uno de los podcast de Jose Carlos, busqué más información sobre la historia de los siete Condes y he llegado hasta tu taberna. Un saludo.
¡Muchas gracias por tu comentario! Me alegro de que hayas llegado hasta este humilde sitio viniendo de dos gigantes como MduT e Histocast.
Tengo más artículos de Historia en mi web http://www.alejandrofernandezmonte.com, a la que voy moviendo poco a poco los que me quedan por aquí.
Un saludo.
Pingback: 1gradually
3foster