Don Suero de Quiñones y sus nueve bravos caballeros defienden el Paso Honroso.
Caballeros de toda la cristiandad acuden a desafiarles, pero ellos aguantan el envite con gallardía y templanza. Su objetivo es romper 300 lanzas en el plazo de 30 días, y sólo así se conseguirá obtener la libertad de Don Suero.
¿Lograrán su objetivo los 10 valientes defensores del Paso Honroso?

La gesta del Paso Honroso
Nos encontramos ante uno de esos episodios de nuestra historia que, por algún motivo, es ampliamente desconocido pese a su tremendo interés. Es sorprendente que aún no haya una película de Hollywood que retrate estos hechos.
Corre el año 1434, en el reino de Castilla, bajo el reinado de Juan II. El primer día del año, Don Suero de Quiñones acude a la corte del rey para realizar una petición: que se le permita organizar un torneo de cuyas dimensiones nunca se ha visto uno igual.
Son Suero se presenta ante el monarca con 9 caballeros, todos ellos vistiendo sus mejores galas. Conocemos sus nombres: Lope de Zúñiga, Diego de Bazán, Pedro de Nava, Álvaro (o Suero) hijo de Alvar Gómez, Sancho de Ravanal, Lope de Aller, Diego de Benavides, Pedro de los Ríos y Gómez de Villacorta.
El propio Don Suero porta, además, una argolla dorada alrededor de su cuello, representando la «prisión» a la que se ve sometido, una prisión de amor, pues bebe los vientos por una dama: Doña Leonor de Tovar.
Su voto es el siguiente: él y sus 9 compañeros «defenderán» el puente del Paso Honroso, en la localidad leonesa de Hospital de Órbigo, en pleno Camino de Santiago. Todo caballero que pretenda cruzar el puente en dirección a Santiago tendrá que batirse en duelo con ellos hasta que se rompan 3 lanzas. Y si en lugar de un caballero es una dama la que cruza el puente, ésta tendrá que seleccionar a un campeón para que la represente, no pudiendo seguir camino en caso contrario.
Sólo si rompen las 300 lanzas en el plazo de 30 días (15 antes de la festividad del propio apóstol, y 15 después, o lo que es lo mismo, comenzando el 10 de julio y terminando el 9 de agosto, descansando el mismo día de Santiago) cumplirá Don Suero con su promesa.
Resumiendo: una bonita puesta en escena, muy caballeresca, que hace las delicias de la corte. Si el bueno de don Quijote fuese real y viviese este momento, se apuntaba el primero (por cierto que en la novela se menciona este episodio). Además Don Suero dice que correrá con todos los gastos, que no son pocos. ¿Qué puede decir el rey Juan, conocido aficionado a los hechos de armas?
Por lo que he leído, además, hay un aliciente extra: la rivalidad que se da en la época entre los dos reinos cristianos predominantes en la península; Castilla y Aragón. O dicho de otra forma: los 10 campeones castellanos retan a todos los aragoneses (y a quien venga) a partirse la cara con ellos. De forma «deportiva», podría decirse, bajo estrictas normas que regulan el duelo. Dando espectáculo y jugándose el tipo y el honor. ¿El primer Madrid-Barça de la historia? O algo que se le parece mucho… Si es que no aprendemos, seis siglos después así seguimos.

Las normas del torneo
Debo confesar que la primera vez que lo leí me costó comprender las normas. Pero en realidad son simples: aquí no gana nadie. No hay vencedores ni vencidos, salvo si alguien se retira.
Cuando llega un contendiente (un «disputador», que llaman) los jueces le asignan a uno de los defensores (un «mantenedor») de forma secreta. ¿Cómo se hace esto? Sencillamente el caballero espera en su tienda a ser llamado, y cuando acude al duelo, con armadura completa, ninguno de los contendientes sabe a quién se enfrenta. Esto es así porque, como es lógico, todo el mundo quiere enfrentarse a Don Suero, «capitán» del equipo defensor, ya que en caso de derrotarle la gloria alcanzada es mayor. Pero el paso lo defienden 10 caballeros, no sólo Don Suero, por un motivo evidente: es necesario un descanso entre un duelo y otro, ya sea para recuperarse de las heridas o para refrescar a jinete y caballo.
Todo esto dentro de un estricto protocolo: por escrito, siendo notificado por los heraldos de los caballeros, y siempre tomando nota por el notario del reino. Gracias a ello tenemos este hecho tan detallado a día de hoy. Los caballeros disputadores deben colocar una espuela en el tapiz, que sólo recuperarán tras haber disputado su duelo, y las damas un guante.
Una vez en liza, se realizan las carreras: ambos jinetes se enfrentan lanza en ristre, buscando romper la lanza en el cuerpo del oponente. Y así una carrera tras otra, hasta que se rompan tres lanzas (lo que supone un mínimo de dos carreras), se caiga del caballo o se retire por las heridas sufridas. Cuando el duelo termina es cuando se desvelan las identidades de los contendientes.
No es tan sencillo romper una lanza, y como puede suponerse resulta doloroso y muy peligroso.
Vamos, como jugar a «patadas en los huevos», pero a lo bruto.
Aquí es donde radica el mérito de la hazaña: 300 lanzas rotas significa enfrentarse a 100 caballeros, o sea, que cada caballero mantenedor debe disputar 10 duelos… como mínimo, ya que si algún duelo termina antes de romper las 3 lanzas, habrá que disputar más. Asumiendo igualdad de habilidades entre los contendientes, eso son entre 10 y 20 lanzas rotas recibidas cada uno (amén de otros riesgos como romperse la crisma cayendo del caballo, etc.). Hay que tenerlos muy bien puestos para aceptar este reto, desde luego.
Y eso sí, siempre con la máxima caballerosidad y siguiendo el mejor protocolo: cada día se comienza la jornada con una misa solemne y se termina con un gran festín. Invita Don Suero (su familia), que también se hace cargo de las tiendas (22, bonito despliegue) para alojar a las principales personalidades, de la construcción de las tribunas y del campo de liza, y resto de gastos.

Comienzan las hostilidades
Son tres los caballeros que se presentan el primer día: un alemán y dos valencianos, que se disputan el honor de ser los primeros en batirse con Don Suero, que como es lógico, será el primero en justar.
Finalmente el honor de ser el primero se lo lleva el alemán, Micer Arnaldo de la Floresta Bermeja (a saber cómo era su nombre real), que corre 6 carreras y quiebra 2 lanzas. Y así se van sucediendo los combates y rompiéndose las lanzas (y algún que otro hueso).
Los días pasan y los combates se suceden. El asunto se toma muy en serio, hasta el punto de que durante uno de los lances un escudero de los mantenedores no puede evitar gritar entusiasmado un «¡a él, a él!», y ante dicha falta de decoro los jueces ordenan cortarle la lengua. Ay, si esos jueces asistiesen a un partido de fútbol hoy en día…
Por suerte para el pobre escudero los caballeros interceden por él ante los jueces, y el castigo se reduce a «sólo» treinta buenos palos, o sea, una paliza de espanto, y a pasar unos días en prisión (perdiéndose el resto del torneo). Vamos, poca broma.
Y no es para menos, pues finalmente…
Llega la tragedia
Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Pero en este caso no es un cántaro sino una cabeza. Así es, los caballeros salen más o menos malheridos de los lances, pero al menos vivos. Hasta que el 6 de agosto, tan sólo tres días antes del final del torneo, una lanza de Don Suero alcanza a su oponente en el ojo izquierdo, atravesándole el cerebro. El pobre desgraciado es el catalán Asbert de Claramunt.
Y encima llega la polémica, pues la Iglesia no ha aprobado este torneo: el mismísimo obispo de Astorga toma cartas en el asunto. Así que se le niega al difunto el derecho de ser enterrado en camposanto.
Este hecho no hace sino remarcar el peligro que supone esta hazaña. Aunque el ambiente sea festivo, lo dicho, poca broma.
Y se acerca el final del torneo
Es 9 de agosto, último día del torneo. No se han roto 300 lanzas, ni de lejos, pero se debe a que no han acudido los suficientes caballeros o a que no ha dado suficiente tiempo para realizar todos los duelos. Lo cierto es que los mantenedores no dan abasto: los disputadores hacen cola para enfrentarse a ellos, pero sólo hay un campo de liza, y la cosa va lenta. Hay mucho protocolo que cumplir, muchos preparativos antes de celebrar cada duelo, que a su vez se compone de varias carreras.
Y entonces, de repente, ocurre lo inesperado: Don Suero cae herido. Por suerte para él, no es una herida de gravedad: es llevado a una casa de su familia donde es atendido por los cirujanos correspondientes.
Menudo drama, justo el último día. ¿Significa que no se ha conseguido el objetivo? En absoluto, mientras haya un mantenedor en pie capaz de justar, el torneo sigue, aunque ya no da tiempo a mucho más. Tres caballeros disputadores se han quedado sin justar, a los que se les devuelven sus correspondientes espuelas sin menoscabo de su honor pese a no haber combatido, pues ellos han presentado sus armas.
Finalizado el plazo, los jueces del torneo hacen balance: ha habido un total de 68 disputadores y 166 lanzas rotas. Pero dan el voto por cumplido, pues los 10 bravos defensores se han mantenido al pie del cañón (del puente, mejor dicho). A lo que yo añado que, en realidad, da un poco lo mismo, porque según la crónica hubo algún día en que no hubo duelos porque los 10 mantenedores estaban recuperándose de sus heridas, y por tanto, entiendo yo, no habrían cumplido su cometido. Pero como digo no importa, pues espectáculo ha habido de sobra para todo el mundo, y todo el mundo ha mantenido su honor intacto al no retirarse.

Con la hazaña resuelta, Don Suero disfruta al final de su recompensa. Los 10 caballeros (en realidad sólo 9, porque Lope de Aller está malherido) pasean por el palenque para recibir la ovación de todo el mundo. Y días después se reparten regalos y agasajos varios.
Aún queda un trámite antes de celebrar la boda con su «otro trofeo», la dama Doña Leonor: Don Suero y sus caballeros peregrinan a Santiago, a ofrecer al apóstol la argolla dorada que lució como símbolo de su prisión. Y allí sigue a día de hoy, en el relicario de la Catedral de Santiago, alrededor del cuello de una imagen de Santiago Menor.
Pero la historia no acaba aquí
Aunque al crónica viste la hazaña con un carácter festivo y con final feliz, el drama debió ser importante. A la muerte del caballero Asbert habrá que sumar no pocas heridas y humillaciones (como las padecidas por el pobre escudero fanático de sus señores).
Y entre ellas destaca la del caballero Gutierre de Quijada, que fue herido y derrotado en liza por Don Suero.
22 años después, en el aniversario de la consecución de la gesta, Gutierre acude con sus palafreneros al encuentro de Don Suero, le reta, supongo que le persigue (porque no creo que Don Suero acepte el reto) y le da muerte.
Interesante historia, ¿verdad?

Lecturas y eventos
Os dejo dos lecturas relacionadas.
La primera es la propia crónica del suceso, de Pedro Rodríguez de Lena, que podéis leer aquí.
La segunda es un relato que escribí y con el que me presenté al X Concurso de relatos de Hislibris (aquí el foro del concurso). El relato no ganó, pero sí ha sido seleccionado para formar parte de la antología que se va a publicar con los mejores relatos presentados. Ahora mismo sigo sin saber si puedo publicarlo o no, así que hasta que me lo dejen claro, podéis descargarlo en este enlace.
Además, a día de hoy se celebra anualmente una festividad en la propia localidad del Hospital de Órbigo, el primer fin de semana de junio, para conmemorar la gesta de Don Suero y sus caballeros. Muy recomendable para los amantes de las ferias medievales.
Por cierto, ¿sabías que las justas se consideran un deporte y que se está intentando que sea olímpico? De hecho no sólo la justa, sino todo el combate medieval. Muy pronto contaremos en la Taberna con un experto en estas lides (nunca mejor dicho) que nos contará más del tema.
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Y ese lema lo hemos llevado en el parche del uniforme tooooodos los suboficiales del Ejército del Aire cuando pasamos por la Academia Básica del Aire en León para nuestra formación. Me ha gustado volver a leer sobre esta gesta, buen relato Brottor! https://es.wikipedia.org/wi…
Anda, pues eso no lo sabía… ¡Qué bueno!
Genialerrima historia totalmente desconocida, muchas gracias por compartirla!
¡Gracias, me alegro de que te gustase!