El día amanece envuelto en nieblas. Era de esperar, pues la noche ha sido muy fría. Y más en la sierra madrileña.
El general San Juan ha tenido a la artillería toda la noche castigando los campamentos franceses, sobre todo para que no descansen. Las contrabaterías gabachas han sido ineficaces, pero eso no significa nada.
Porque cuando los primeros exploradores españoles y franceses se encuentran y empiezan a tirotearse, ya se ha puesto en marcha el ejército más poderoso del mundo. La Grande Armée, con el mismísimo Napoleón a la cabeza, uno de los mejores generales de la historia.
45.000 soldados franceses avanzan ante la atenta mirada de su general. San Juan sólo cuenta con menos de 9.000, pero no piensa retirarse: es la última línea de defensa antes de llegar a Madrid. Y está en una posición superior. Nadie ha frenado hasta ahora al todopoderoso Napoleón, ¿podrá hacerlo él?

Primer ataque de Napoleón
Nos encontramos a 30 de noviembre de 1808. Ya ha ocurrido la Batalla de Bailén, primera ocasión en que el ejército imperial francés es derrotado en campo abierto, lo que ha puesto muy en duda la supuesta imbatibilidad francesa, y que ha supuesto una buena inyección de moral para las esforzadas defensas españolas.
José I Bonaparte, también conocido como «Pepe Botella», ha abandonado Madrid al ver la que se le venía encima. Su hermano, que tenía la mente puesta en el este de Europa, ha tenido que volver a la península para solucionar la papeleta. Muy cabreado, puede suponerse. Y lo hace a lo grande: al mando de la Grande Armée, un ejército de 250.000 veteranos que ha puesto de rodillas al viejo continente.
Ha entrado como un ciclón, arrasando con las defensas españolas y sus aliados ingleses. Dispuesto a despejar cualquier duda que hubiese después de Bailén. Imparable. Su siguiente objetivo es Madrid, donde piensa devolver a su hermano al trono (y a la botella), para lo que baja desde Burgos al frente de un poderoso contingente.
Algunas divisiones de los ejércitos de Extremadura, Castilla y Andalucía han acudido a reforzar el Ejército del Centro, bajo el mando de Benito de San Juan. Éste sabe que Napoleón puede acceder a Madrid por varias vías, para lo cual despliega a la infantería y obliga al francés a subir por el angosto camino de la vertiente norte del puerto.
Más de lo mismo de siempre: de nada sirve la superioridad numérica si unas buenas tropas defienden un paso estrecho. Lo vimos en las Termópilas (y profundizaremos cuando hable del tema, pues de momento en este blog sólo he tocado la primera parte, que habla de Maratón), algo parecido también lo vimos en Covadonga, y hay muchos más ejemplos.
Napoleón envía a la infantería al puente. La maravillosa infantería francesa que no retrocede jamás. Pero los españoles están preparados, saben que tienen que concentrar todo el fuego en ese punto, y les causan graves daños a los regimientos 24º y 94º de línea y al 9º ligero. El gran general se ve obligado a retirarlos antes de que las bajas sean catastróficas.
Segundo ataque de Napoleón
El gran emperador es impaciente. Sabe que la victoria es segura, no quiere invertir un tiempo excesivo en llegar a Madrid. Es, ante todo, una cuestión de prestigio.
El gran problema es la artillería española, que le está haciendo picadillo. Si elimina los cañones, la batalla es suya. y qué mejor para acabar con ellos que su propia artillería. Así que adelanta sus cañones y espera a que éstos hagan su trabajo.
Pero en el intercambio de bombazos vuelven a ganar los españoles. Tal vez porque la de los franceses es más ligera (para poder ser transportada), por una falta de precisión o por simple suerte apuntando, pero también este plan fracasa.
Tercer ataque de Napoleón
Vale, pues si no pueden pasar por ese cuello de botella, habrá que encontrar otro camino. Rodear al enemigo, flanquearlo, atacar con otras unidades por otra ruta, y acabar con esa maldita artillería desde los lados.
Napoleón ordena a sus exploradores a batir el terreno. Tiene prisa, pero no puede permitirse más bajas absurdas. Mejor encontrar otra forma.
Sin embargo, las noticias que traen de vuelta son malas. «Imposible», le dicen, a lo que él responde que no conoce esa palabra. Pero la realidad es que el general San Juan ha cerrado bien el paso: ninguna fuerza de caballería podrá hacerse hueco y penetrar.
Terco e infatigable, Napoleón ordena a medio escuadrón de Caballería Ligera de la Guardia Imperial que se encargue de la difícil tarea. Es una de sus unidades de élite, que le ha dado más victorias en el pasado.
Una vez más, la artillería española causa estragos. Las tropas francesas han sido rechazadas tres veces consecutivas en presencia del mismísimo Napoleón. ¿Acaso no son tan imparables como se les cree? El general San Juan ya ha conseguido toda una hazaña, nadie puede presumir de tal cosa.

La caballería polaca al rescate de Napoleón
Sucede entonces una de esas anécdotas de la historia para las que claramente no hay explicación. Lo que dicen las crónicas es que el coronel Wincenty Krasinsky, jefe del regimiento de Caballos Ligeros Polacos, ofrece su regimiento para que ataque. Aunque los asesores de campo de Napoleón opinaron en contra (no pensaban que los polacos pudiesen triunfar donde la Caballería Ligera de la Guardia Imperial había fracasado, y no podían permitirse más pérdidas absurdas), éste les dio su consentimiento.
Aquí es donde entran las dudas. ¿Realmente el coronel Krasinsky estaba deseando tener la oportunidad de realizar una heroicidad? No parece probable, sobre todo porque él no se ofrecía a liderar el ataque. Además, era algo casi suicida, ¿quién querría intentar algo así si no se lo ordenaban previamente?
Podría ser que Napoleón les «sugiriese» presentarse voluntarios. O tal vez era una hábil maniobra del general para demostrarles a sus consejeros que él sabía mejor que ellos lo que había que hacer.
Sea como fuere, la caballería ligera polaca se prepara para cruzar el puente bajo el fuego de artillería y luego realizar una carga cuesta arriba en columnas de a cuatro.
Las cifras difieren según las fuentes, en unas he leído 125 jinetes, en otras 216. Los comanda el coronel Jan Kozietulski.
La caballeria ligera polaca avanza al paso cubierta por la niebla hasta el puente, sables en mano. Y cuando han cruzado pican espuelas. La artillería española vuelve a castigar duramente a los asaltantes, acabando con buena parte de ellos… pero esta vez no se detienen ni dan media vuelta.
Pasado el puente, comienzan su imposible ascensión, haciendo frente a las primeras líneas españolas, que les reciben a tiro limpio. También pasan esas primeras líneas pese a sus cuantiosas bajas, y se enfrentan a la segunda línea.
El coronel Kozietulski es alcanzado por la artillería de la segunda línea, algo menos precisa debido a su posición, pero sólo pierde la montura y ahora combate a pie junto a otros de los suyos. Le releva en el mando el capitán Dziewanowski, que se dispone a hacer frente a la tercera línea.
El terreno está un poco más abierto aquí. La caballería polaca se abre para abarcar más terreno y obligar los españoles a no concentrar su fuego. Dziewanowski es alcanzado y cae al suelo con un brazo y una pierna echos polvo; morirá pocos días después debido a sus heridas. Su sucesor en el liderazgo de la carga, el teniente Rowicki, no tiene mejor suerte, y una bala de cañón le arranca de cuajo la cabeza.
Sin embargo, los jinetes que siguen en pie llegan a las posiciones de la tercera línea y se entabla el combate. Sable en mano y a caballo, poco pueden hacer los artilleros españoles.
Pero el trabajo aún no ha terminado: queda la cuarta y última línea de artillería española. Al mando de los 38 jinetes que quedan está el teniente Niegolewski, que apenas ve a los suyos alrededor. Lejos de amilanarse, reorganiza a los jinetes para una última carga.
Niegolewski cae en combate, los españoles le dejan malherido tras recibir nueva bayonetazos y un sablazo en la cabeza. Pero al menos ha conseguido que sus hombres lleguen a trabarse con la cuarta línea de artillería.
La caballería ligera polaca lo ha conseguido.

Napoleón remata la faena
El resto es inevitable: tras pasar el puente con éxito, Napoleón envía al general Mont Brun al mando de los cazadores de la guardia, los coraceros que aprovechan el heroico sacrificio de los polacos para llegar, ya sin problemas, al cuerpo a cuerpo con los españoles, que en esas circunstancias poco pueden hacer.
Lejos están los tiempos de los gloriosos Tercios. Las tornas han cambiado, y ahora son los franceses los que demuestran una superioridad aplastante. Los españoles huyen como pueden con la posición perdida.
El general San Juan, aunque hasta entonces había logrado lo imposible, no consigue reorganizar a sus hombres, y se ve forzado a huir, como el resto de sus hombres, hacia Segovia. Morirá poco después, en Talavera, por cierto, en circunstancias bastante poco heroicas (un motín en el que casi pierde la vida también el general Castaños, héroe de Bailén) reflejo de una época miserable.
El caso es que gracias a los polacos Napoleón mantiene su prestigio intacto. Niegolewski sobrevive a sus heridas, y aunque se otorga al coronel Kozietulski el mérito de la victoria en la batalla, Napoleón le otorga a Niegolewski la Legión de Honor, la máxima condecoración francesa.
Sin tiempo para descansar, y con el paso despejado, Napoleón marcha hacia Madrid.
Consecuencias
Ya era hora de hablar de las derrotas españolas en este blog, que también las ha habido (y muchas). Lo último que quiero es que el lector me tache de nacionalista o de ser poco riguroso con el contexto histórico. El objetivo de estos artículos es compartir momentos de la historia que, por poco conocidos, no dejan de ser muy importantes y están cargados de épica. Y que en muchos casos encierran curiosidades notables.
También era hora de hablar de uno de los grandes, que no es otro que Napoleón.
Las consecuencias de esta batalla, sin embargo, no fueron excesivamente importantes. Si Napoleón hubiese sido derrotado (algo casi imposible dada su manifiesta superioridad en todos los aspectos), otro gallo nos cantaría. Pero por desgracia la victoria francesa era cuestión de tiempo, así como la posterior toma de Madrid.
La Guerra de la Independencia española no se iba a decidir combatiendo contra Napoleón, sino más adelante, tras muchos otros sucesos y batallas. Pero eso es otra historia.
A día de hoy, en conmemoración de esta batalla tan poco conocida, se recuerda la heroica carga de la caballería ligera polaca en la Ermita de la Soledad, que se encuentra en el camino de Somosierra donde ocurrió este hecho.

¿Te ha gustado el artículo? ¡Me alegro! Pues ahora te agradecería que hagas algo tú por mí. Por ejemplo:
- ¡Colabora! ¡Ayuda a mantener la Taberna!
- Suscríbete a la Newsletter. Es fácil, gratis, y te puedes dar de baja cuando quieras.
- Compártelo en las redes sociales. Un simple clic en el icono correspondiente.
- Deja un comentario. ¡Los respondo todos!
Estupendo artículo. Documentado y narrado maravillosamente.
¡Muchas gracias!