Es un frío día de diciembre. La humedad cala en los huesos de los recios soldados del Tercio Viejo de Zamora. Alguno aún piensa cómo se ha llegado a esa situación desesperada.
Desesperada, sí, pues no hay esperanza alguna. Los rebeldes protestantes les tienen atrapados. Diez navíos bloquean toda salida y les hostigan con fuego artillado. Ante la negativa de los españoles a rendirse, han abierto los diques e inundado toda la zona: tan sólo el pequeño montecito de Empel les sirve como último refugio.
Aquélla será su tumba, con total seguridad. Hay quien plantea el suicidio, cualquier cosa con tal de no caer en las manos de los rebeldes. Sólo un milagro podría sacarles de allí.
Sólo un milagro.

La batalla de Empel
Pongámonos en contexto. Guerra de los Ochenta Años, casi un siglo de tortas entre la monarquía hispánica y las Provincias Unidas de los Países Bajos. No entraré en detalles de los motivos de esta guerra porque es un asunto demasiado complejo, que como siempre, tiene tintes religiosos, políticos y económicos, y muchos actores con diversas motivaciones (no sólo españoles y neerlandeses). Recomiendo este artículo como resumen del tema.
Una guerra tan larga da pie a muchos actos deplorables (por ambos bandos), pero también a infinidad de momentos heroicos, como el que vamos a contar.
En el año 1585 ya van un par de décadas de conflicto, que como se puede deducir por el nombre con el que será recordado, está lejos de acabar. Alejandro Farnesio, el duque de Parma, acaba de recuperar Amberes, la ciudad más rica y populosa de Europa, para la monarquía española. Y se ve libre para acudir en auxilio de las poblaciones católicas sometidas a los rebeldes protestantes de las islas de Zelanda y Holanda.
Así es como el Tercio Viejo de Zamora, con el maestre de campo Francisco Arias de Bobadilla al mando, termina combatiendo en la isla de Bommel, entre los ríos Mosa y Baal Waal. Bobadilla no es un cualquiera, por cierto, pues ha combatido a las órdenes de Álvaro de Bazán en la increíble batalla de Isla Terceira, que ya relataré en otra ocasión.
Pero el Tercio se ve bloqueado por la escuadra del almirante Filips van Hohenlohe-Neuenstein. Diez naves que cañonean a los españoles y les cortan la retirada; sin suministros, con la ropa mojada y la moral por los suelos.
Sin embargo, no se rinden. El almirante Hohenlohe propone una capitulación honrosa, conservando banderas y tal, pero un Tercio Viejo no sabe de esas cosas. Al neerlandés tampoco le apetece (ni le viene bien, que al fin y al cabo van perdiendo la guerra) prolongar mucho el combate, así que recurre a una táctica habitual en los Países Bajos, que no se llaman así por capricho: rompe un dique del río Mosa e inunda el terreno.
Sin esperanza
El campamento español se ve inundado. Bobadilla se las apaña para sacar de allí a sus hombres con lo justo. Sólo pueden refugiarse en el único sitio que no permanece inundado: el pequeño montecillo de Empel.
Pero únicamente ha ganado tiempo, que se mide en horas. Es sábado 7 de diciembre, víspera de la fiesta católica de la Inmaculada Concepción, pero los españoles se disponen a celebrar su última misa porque saben que no van a llegar al domingo.
Bobadilla es consciente de que no hay nada que hacer, así que propone a sus capitanes inutilizar la artillería para que no caiga en manos enemigas, quemar las banderas (mismo motivo) y atacar de noche con las barcazas a los navíos. O sea, morir luchando. Muchos capitanes acceden, otros proponen un suicidio colectivo; tal es el nivel de la moral.
Supongo que cuando estás a punto de morir, y lo sabes, al menos quieres sufrir lo mínimo. Buena gana tendrían de morir ahogados y/o cañoneados, cuando pueden acabar con el hambre, el frío y la humedad, de un plumazo (espadazo o pistoletazo, en este caso). Mismo resultado y mínimo esfuerzo y molestias.
Terrible escena, en cualquier caso, imaginarse a los desesperados capitanes decidiendo cuál es la mejor forma de morir. Y a los soldados observándoles con un desánimo total.
Y entonces ocurre…

El milagro de Empel
Hay quien dice que está cavando una trinchera. Otros, que se trata de su propia tumba. El caso es que, removiendo la húmeda tierra, un soldado se encuentra con una tabla con el retrato de la Virgen.
Bobadilla y muchos otros consideran esto una señal de auxilio divino. O tal vez no, tal vez no consideran nada, pero son suficientemente listos como para darse cuenta de que acaban de dar con la forma de elevar la moral de la tropa. Lo importante es que todos se aferran al descubrimiento como si se les hubiese aparecido la Virgen… literalmente. En la víspera de dicha festividad, encontrar una representación suya es casi lo mismo. Todo es cuestión de fe.
Así que plantan la imagen en un improvisado altar y celebran la misa correspondiente. Nada ha cambiado, después de todo, pero la opción del suicidio colectivo deja de serlo; moriremos luchando, porque Dios está con nosotros. «Entonces, ¿quién está con ellos», pregunta alguien, que se lleva un pescozón: eso no importa, si la Virgen viene a vernos será por algo, ¿no?
Hasta ahora, el único milagro es el doble 1 que ha sacado Bobadilla en los dados, en la tirada de moral más importante (y difícil) de su vida. Pero la empresa de atacar a los navíos sigue siendo casi un imposible.
Casi. Lo que tienen los milagros es que vuelven posible lo imposible. Y así, en plenos preparativos nocturnos para el ataque, empieza a soplar un viento gélido.
Y el río se congela.
La hazaña del capitán Lechuga
Bobadilla encarga al capitán Cristóbal Lechuga que reúna a 200 hombres y 3 piezas de artillería y que ataque a los barcos enemigos caminando sobre el agua congelada.
Por favor, pido al lector un momento de reflexión en este punto. En primer lugar, por lo extraordinario del nombre de nuestro nuevo héroe. Si escribes «capitán Lechuga» en el buscador de imágenes de Google… bueno, mejor no te digo lo que aparece, haz tú mismo la prueba (yo la he hecho). Pero estamos hablando de un curtido capitán del Tercio Viejo de Zamora, un tipo con cojones de acero que está apunto de protagonizar una hazaña de ésas que no aparecen en novelas ni en películas porque no hay quien se la crea.
En segundo lugar, porque la orden no es baladí: ir sobre las aguas al asalto de 10 navíos (artillados y llenos de soldados) enemigos. Antes del amanecer, con la fresca. Recordemos que hace nada se estaba debatiendo cuál era la opción menos mala: si atacar en barcazas o el suicidio colectivo. ¿Atacar caminando sobre el hielo recién creado (probablemente muy frágil) es mejor idea?
Indudablemente. Es lo que tienen los milagros y el valor desesperado.
Así que el bueno del capitán Lechuga organiza a los hombres y se dispone a atacar a los 10 navíos que, por otra parte, están atrapados en el hielo. Y eso sí, con total seguridad, los neerlandeses no esperan ser atacados. Si hay alguna batalla en Historia en la que el factor sorpresa ha estado garantizado, es ésta. Me río yo de los piratas no-muertos de Piratas del Caribe, caminando bajo el agua…
Y en tercer lugar, por el hecho de mandar a 200 hombres a tomar 10 barcos. Tocan a 20 por navío. Que no están mal, pero también hay que tenerlos cuadrados para ir con tan poca tropa al abordaje. Además estando congelados, hambrientos y cansados. Ignoro si el plan fue dividirse de otra forma y no atacar a todos a la vez, puede que fuesen primero a por unos, total, ¿dónde iba a ir el resto? Tampoco sé por qué Bobadilla no lanzó a todo el Tercio, así, a lo loco… imagino que por el riesgo de quebrar el hielo, por muy milagroso que éste sea.
No hay crónica de lo sucedido, pero sí del resultado: al amanecer del 8 de diciembre, el capitán Lechuga y sus 200 infantes obtienen una victoria absoluta. Queman los 10 navíos (lógico, debían estar congelados, los pobres), hacen varios prisioneros, supongo que otros tantos muertos, y despejan el camino para la salvación del Tercio Viejo de Zamora.
No contentos con ello, también toman el fuerte enemigo a orillas del río Mosa. De hecho en una de las fuentes que he consultado lo que se afirma es que los barcos congelados no eran un problema, así que debieron haber pasar de ellos y asaltado directamente el fuerte. Sea como fuere, la hazaña es de quitarse el sombrero.
Cuando los infantes del Tercio Viejo llegan a la ciudad de Bolduque, extenuados, empapados, congelados, con múltiples bajas, y son al fin puestos a salvo, lo que todos y cada uno de ellos tiene claro es que han completado la hazaña por puro milagro.

Consecuencias del milagro de Empel
No es verdad, como he leído en algún lado, que el 8 de diciembre sea festivo en España (día de la Inmaculada Concepción) por lo sucedido en Empel. Es una festividad católica conocida desde el siglo IX (podéis leer más al respecto aquí), que tiene su origen en la creencia de que la Virgen María nació un 8 de septiembre, siendo por tanto su concepción 9 meses antes. Si bien es cierto que esta festividad se celebra en España desde 1644, es decir, 69 años después de lo sucedido en Empel.
En cualquier caso, la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia, y casi tres siglos más tarde, del Arma de Infantería.
En el apartado bélico, realmente la victoria de Empel no tuvo unas consecuencias directas en la larguísima guerra de Flandes. Sencillamente fue una victoria más de la larga lista de eventos, siendo rápidamente relegada a un segundo plano por otros de mayor importancia, como la entrada en guerra de Inglaterra, la derrota de la Armada, etc.
El Tercio de Bobadilla volvió a España. El maestre de campo participó en el sofoco del levantamiento de Aragón, y recibió diversos nombramientos antes de su muerte en 1610.
El capitán Lechuga tuvo una vida digna de novela. Participó en varios combates, no sólo en Flandes, sino también contra los piratas berberiscos. Y coincidió en el tiempo y en aventuras con el legendario Alonso de Contreras, del que ya hablaré en otra ocasión. Murió, se cree, en 1622.
¿Pero cuál fue el verdadero milagro?
Vamos a ver, que no se me malinterprete. Ni niego ni afirmo nada, que nadie se me ofenda, yo no estuve allí y no puedo sentar cátedra sobre este asunto. Me limitaré a transcribir las palabras del almirante Hohenlohe-Neuenstein:
Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro.
Al parecer, no era la primera vez que se helaba el río, de hecho puede que sea algo habitual. Pero sí se sabe que hacía muchos años que no ocurría tal cosa, y que pasarían muchos años más antes de que volviese a ocurrir. ¿Fue una casualidad que se helase justo esa noche (al fin y al cabo un frío día de diciembre)? Llamadlo como queráis.
Yo no sé si realmente existió ese retablo con la imagen de la Virgen (que yo sepa no se conserva tal cosa en ningún museo, capilla o iglesia; si me equivoco, agradeceré ser informado al respecto). Sí existe una capilla en el Nuevo Empel (el Viejo Empel fue destruído durante la Segunda Guerra Mundial), como se ve en este artículo de Hugo Arias Cañete, que pertenece al GEHM (Grupo de Estudios de Historia Militar) y es colaborador habitual de Histocast. Podría ser (¿por qué no?) que fuese una invención de Bobadilla, aprovechando la fecha que era, para subir la moral de sus hombres.
Ahora bien, que ocurrió un milagro, de eso no me cabe ninguna duda. Porque en unas circunstancias tan extremas no se consigue así como así una victoria tan aplastante y contundente basándose sólo en el arrojo y el oficio del capitán Lechuga y sus 200 hombres. Esto no lo dicen fuentes interesadas: tanto españoles como holandeses coinciden en el relato, poca duda puede haber al respecto.
Creo que determinados milagros pueden ser producto de la firme voluntad de los hombres, de un exceso de fe, o una suma de ambas cosas. Puede que el milagro fuese que Bobadilla fuese un maestro en la táctica y en la gestión de la moral. Puede que el milagro fuese el valor (¿inconsciente?) del capitán Lechuga y sus hombres. Puede que el milagro fuese la congelación del río. O puede que todo a la vez.
Me quedo con la historia, que es tremenda, y lo demás lo dejo al criterio del lector.
P.D.: por si no ha quedado claro, las ilustraciones son de Augusto Ferrer Dalmau, conocido pintor de batallas. Os recomiendo encarecidamente que le echéis un ojo a su web, son espectaculares.
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Si ocurre esto en una partida de rol, abucheamos al Dj por fantasioso…
Ya te digo