D’Artagnan se batió tres veces con Rochefort y lo hirió tres veces.
-Os mataré probablemente a la cuarta -le dijo tendiéndole la mano para levantarlo.
-Mejor sería, para vos y para mí, que nos quedásemos por aquí -respondió el herido-. Sabed, ¡demonio de gascón! que soy más amigo vuestro que lo que pensáis, porque desde el primer encuentro habría podido, diciendo una palabra al cardenal, haceros cortar la cabeza.
Aquella vez se abrazaron, pero de buen corazón y sin segundas intenciones.
Continúo con este artículo el que ya empecé hace casi dos años (hay que ver cómo pasa el tiempo). Me perdonaréis la espera, han pasado muchas cosas desde entonces y no doy abasto.
Sé que he hablado de Los tres mosqueteros en más ocasiones, por ejemplo en este artículo respecto a la toma de La Rochela, al hablar de las mejores novelas de capa y espada, o en el que comento fuentes de inspiración para partidas. De hecho éste de hoy no deja de ser una versión ampliada del último.
Pero es que siendo lo que es, esta novela merece un artículo propio. Y como de Los tres mosqueteros ya está casi todo dicho, lo que quiero es explicar por qué me parece un clásico imprescindible para jugones.
Las tres virtudes de Los tres mosqueteros
Una de las novelas más leídas de la historia tiene multitud de virtudes, como no podía ser de otro modo. Pero en mi opinión hay tres que destacan por encima del resto.
1- El triunfo de la amistad
Donde digo «amistad» puedo sustituirlo por «trabajo en equipo». El tema es que tenemos un protagonista indiscutible, D’Artagnan, que hace cosas imposibles sólo cuando cuenta con la ayuda de sus tres amigos. Cada uno es especialista en su materia, cada uno tiene su personalidad distinta y sus propias habilidades; por separado son formidables, pero juntos son invencibles.
Jugadores de rol, ¿os suena de algo? La novela en sí es una campaña rolera de libro. Tal vez lo menos jugable sea el tiempo que tardan en juntarse, pero todo lo demás es perfectamente adaptable a cualquier juego de rol. Es más, creo que no sería difícil crear una campaña para juegos ambientados en contextos completamente distintos, ya sean de fantasía, ciencia ficción o contemporáneos. ¿Os imagináis una campaña de Star Wars, Conan, Ars Magica o X-Com que tenga como base el argumento principal de la novela? Yo sí.
Por cierto, me llevan los demonios cada vez que veo alguna referencia a la famosa frase, el grito de guerra que los une, que todos conocemos y que no reproduciré aquí para no fomentar el mito. Y es que en toda la novela aparece una vez, y sólo una. Lo mismo que la también famosa frase de Sherlock Holmes que no pronuncia ni una sola vez en las novelas de Conan Doyle (de las que ya hablaré). Cuánto daño ha hecho, en este sentido, la industria cinematográfica.
2- Los villanos
No me cansaré de decirlo. El protagonista de una historia es tan importante como su némesis. Si el villano no está a la altura, no importa lo bueno que sea el personaje principal, la historia no funcionará.
En Los tres mosqueteros hay tres (¿casualidad?) villanos importantes: el todopoderoso Cardenal Richelieu, la astuta Milady de Winter, y el peligrosísimo Conde de Rochefort. Tres personajes que ponen en apuros a los héroes cada vez que aparecen. Cada uno con sus propias fortalezas (curiosamente sólo uno de ellos es hábil con la espada).
Me parece especialmente relevante la figura de Rochefort, que no deja de ser un D’Artagnan del lado oscuro. Alguna vez me he planteado si Dumas no tendría que haberse inventado un equipo de mosqueteros malvados, cuatro espadachines comandados por Rochefort que se enfrentasen en diversas ocasiones a los héroes. Pero creo que acertó al personalizar esta figura en sólo uno, porque el protagonista de la historia es D’Artagnan.
3- La continuación, Veinte años después
Curiosamente lo mejor de la novela no es la novela en sí, sino su continuación. Que es más de lo mismo, pero mejor.
No hablaré mucho de ella para no contar spoilers. Sólo diré que cuando la leí me flipó tanto que decidí que algún día escribiría mi propia novela basándome en ella. Y si todo va bien, eso será lo que haga el año que viene.
Confesaré que ahora mismo, mientras escribo estas líneas, tengo a mi derecha, al alcance de la mano, dos libros: el ómnibus de Eisenhorn, y Veinte años después. Ésta será mi (re)lectura de aquí a fin de año.
Tres virtudes para Los tres mosqueteros. Tres, tres, tres. Hay tantas cosas que tienen tres… ¿casualidad? En absoluto.
El secreto del número tres en la literatura
Os voy a contar un secreto, y es que hay una serie de números que funcionan especialmente bien en la literatura y, en general, en cualquier historia.
El primero de ellos es el tres. Y la explicación es que nuestro cerebro está preparado para retener bien una serie de tres elementos. Hay multitud de frases, conceptos e ideas que se basan en esto. El número tres se ha considerado mágico, perfecto y divino. No es casualidad que haya tres reyes magos o una Santísima Trinidad. Os invito a que curioseéis por Internet, hay muchísimas fuentes que explican la importancia del tres.
En el mundo de la escritura el número tres funciona especialmente bien. Pero si queréis saber más al respecto, os dejo aquí el enlace al blog de la maravillosa Gabriella Campbell, que sabe mucho más de esto que yo, y lo explica mucho mejor.
Alejandro Dumas, astuto él, le puso a su novela el nombre de Los tres mosqueteros cuando, en realidad, el protagonista es un cuarto. ¿Conocéis muchas novelas que lleven por título el de sus personajes secundarios?
El segundo número «mágico» es el siete. También la explicación es psicológica, de hecho en el campo de la Psicología es muy conocido el texto de George A. Miller, El mágico número 7 más o menos 2.
De nuevo hay multitud de referencias en casi todos los ámbitos. La semana tiene siete días, en honor a los siete cuerpos celestes que se veían en la antigüedad, y a la duración en días de las fases lunares. En religión se considera que el número siete es perfecto, no en vano la biblia está cargada de números siete, concretamente 323 veces (en el Apocalipsis, los siete sellos, por ejemplo). También se considera que el siete se compone del número tres, que como dije antes es el número divino, y el cuatro, que representaría los cuatro elementos terrestres, por lo que el siete es la suma de lo divino y lo mundano. Los siete pecados capitales y los siete sacramentos. Etc.
Por supuesto, también en literatura y cine encontramos casos conocidos. Dos ejemplos: Los siete samuráis / magníficos y Blancanieves y los siete enanitos.
Si se hace una encuesta y se pregunta cuál es el número favorito de las personas (del 1 al 10), más del 50% dicen que es el 7. En fin, os dejo aquí este interesantísimo enlace donde se explica mucho más detalladamente todo esto.
Y el tercer número especial es el doce.
Más de lo mismo. Doce apóstoles. Las doce tribus de Israel y los doce principales dioses del panteón griego. Doce trabajos de Hércules. Doce mandamientos. Doce horas del día (que multiplicamos por dos para que sean veinticuatro). Doce meses del año, porque la luna gira doce veces alrededor de la tierra, y sus correspondientes doce signos zodiacales. La bandera de la UE contiene doce estrellas.
En matemáticas, el doce es lo que se llama un «número sublime», porque tiene un número perfecto de divisores positivos (seis) y la suma de éstos también es perfecta (veintiocho). Un número perfecto es un número natural que es igual a la suma de sus divisores propios. Para que entendamos los excepcional de este caso, sólo hay dos números sublimes conocidos: el doce y un número de 76 dígitos.
Además, volviendo a la numerología asociada al misticismo, si el siete es la suma del número divino y el mundano (tres y cuatro), resulta que el doce es el producto de ambos.
No pretendo hacer un ensayo de numerología, pero sí dejar patente la importancia de estos tres números en la cultura popular. La red está inundada de artículos que empiezan por «Los 3 / 7 / 12 mejores…», y no es casualidad. En este mismo blog podéis encontrar unos cuantos.
Una última anotación: volved a leer, por favor, el breve fragmento de texto con el que empiezo este artículo. Me basta con la primera frase. ¿Casualidad?

Conclusión
Los tres mosqueteros cambió mi vida, no en mucha menor medida que El Señor de los Anillos. Y lo hizo desde antes incluso que leyese el libro.
Una pequeña anécdota: cuando era un mocoso de unos 10 años, en una fiesta de disfraces del colegio, yo fui de Dartacán. No de mosquetero, como iban otros niños. De Dartacán, con el traje rojo (Ángel Sangriento), y el dibujo del perrete pegado al sombrero por si hubiera alguna duda. Me acuerdo perfectamente del disfraz, de intentar reproducir con sentido una pelea de espadas en el patio del colegio, y no sólo chocándolas sin ton ni son como hacía el resto de niños, y en cualquier caso superflipado con poder representar a mi héroe. Que fuese un perro adaptación de un personaje de novela es lo de menos, el personaje es el mismo. No recuerdo ningún otro disfraz de mi infancia.
Creo que desde que existe Los tres mosqueteros el concepto de aventura ha cambiado. No es que no se hayan escrito antes multitud de historias con unas aventuras fascinantes, sino que la novela de Dumas ha marcado un punto de inflexión a partir del cual toda historia de aventuras debe tener determinados elementos, bajo el riesgo de no funcionar si no es así. Si alguno ha leído mi novela, La rebelión del norte, entenderá ahora por qué hay 3 + 1 personajes protagonistas de la misma.
Es un clásico imprescindible para jugones. No hay excusa, si no la has leído, el mejor consejo que puedo darte es que huyas de cualquier adaptación cinematográfica, en cómic o en videojuego. hazte un favor, consigue una copia (las hay gratis en multitud de fuentes legales) y date el gustazo de leerla.
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Me lo leí hace no mucho, y no me dijeron nada bueno de la continuación. Teniendo en cuenta lo que dices, vamos a darle una oportunidad cuando haya tiempo 🙂
A mí me ha encantado tu artículo. De pequeña, «Los tres mosqueteros» era una de mis novelas favoritas, junto con «La flecha negra» de Stevenson y «El buque fantasma» del Capitán Marryat (soy de una generación bastante anterior a la tuya).
Y también yo he buscado por todos los relatos de Holmes el «elemental, mi querido Watson», sin encontrarlo en ninguno. Un saludo.
Sí, las dos novelas que comentas también las he leído y recuerdo que me gustaron, aunque si te digo la verdad casi no me acuerdo de ellas. Habrá que releerlas. ¡Gracias por tu comentario!