[…] esa sensación que siempre está ahí, como una maldición, la más humana de todas: la sensación de haber olvidado algo.
Antes de empezar, una anécdota
Durante mi adolescencia, una de las cosas que más me gustaba de los fines de semana era ir a la Casa del Libro y la Fnac con mi padre y mis hermanos, en la Gran Vía madrileña. Siempre caía algún libro.
Yo, naturalmente, buscaba en las secciones de literatura fantástica, histórica y de ciencia ficción. Y mi hermano mediano (el menor era demasiado pequeño) también, por lo general. Pero un día nos sorprendió buscando un libro. O más bien un autor.
El autor era Terry Pratchett. No recuerdo bien cómo lo conocimos, no sé si jugamos antes al videojuego Mundodisco o si vinieron antes los libros. En cualquier caso no es importante. Lo importante es que era un autor de fantasía con muy buenas críticas (en España siempre se lo conoció mucho menos de lo que se debería).
Sin embargo, sus libros no estaban en la sección de fantasía. De hecho no encontramos ni uno. No era posible. Tras la correspondiente pregunta al encargado de la tienda y su búsqueda en la base de datos, nos dijo que mirásemos en la sección de Filosofía.
¡Filosofía!
¿Un error? Tal vez. En ese momento no entendía nada. Creo que ni mi padre ni mi hermano lo entendieron tampoco. El caso es que subimos a la sección en cuestión y efectivamente, allí estaba: El color de la magia, la primera de las novelas de la saga del Mundodisco. No había ninguna duda, la ilustración de portada dejaba claro que no estábamos comprando un sesudo tratado filosófico, sino una novela de fantasía.
Años después (reconozco con vergüenza que tardé bastante) lo leí, así como la segunda novela de la saga, La luz fantástica. Y entendí por qué estaba en la sección de Filosofía.
¿Por qué cuento esto? Pues porque tiene mucho que ver con la novela de la que vengo a hablar hoy.
Has estado en Brasil y en Europa, lo cual, para una lombriz de tierra, equivaldría a viajar a una galaxia distante, salvo por el hecho de que la mera idea de «galaxia» le derretiría la mente a cualquier lombriz de tierra.
Fantasía filosófica
No sé si existe un género literario así, probablemente acabe de inventármelo. Pero no se me ocurre mejor forma de describir este tipo de novelas.
Porque tanto las novelas del maestro Pratchett como Las 10000 vidas de Milo no son sino una forma divertida, imaginativa y original (fantástica) de filosofar. Por respeto a su autor, Michael Poore, no voy a extenderme hablando de Terry Pratchett (lo dejaré para futuros artículos), pero la anécdota era necesaria para introducir este concepto.
El hecho es que mientras leía Las 10000 vidas de Milo me han venido a la mente una y otra vez escenas de la saga de Pratchett. Si estáis familiarizados con ella, lo entenderéis enseguida: los protagonistas son Milo, un tipo que ha vivido ya casi 10000 vidas sin que su alma haya podido alcanzar aún la Perfección, y Suzie, que no es otra que la Muerte, con la que mantiene un romance (entre vida y vida). Con esta premisa, es inevitable acordarse de Mort, ¿no es cierto?
Pero las similitudes no acaban ahí. También tenemos constantes elementos de humor y de fantasía. En un tono nada formal, Michael Poore nos relata varias de las vidas de Milo, en ocasiones restringidas a un simple párrafo, y en otras ocasiones como capítulos enteros y muy relevantes para entender su evolución.
El humor es una constante a lo largo de toda la novela. No tanto por la presencia de situaciones cómicas (que las hay) como por el tono del narrador, que aborda el sentido de la vida y de la muerte como el que habla del último partido de fútbol.
Las 10000 vidas de Milo aborda una historia que está plagada de pequeñas historias casi independientes. La mayoría son muy breves, casi anecdóticas (de la vida en que Milo fue un insecto, pues… lo único interesante es eso, que fue un insecto). Pero las historias «grandes» son las que contienen la verdadera chicha del argumento. En ellas podemos encontrar grandes temas, como el fin del mundo, las enseñanzas de Buda, la expansión de la Humanidad por el espacio, el nacimiento de una religión, la esclavitud…
Lecciones del mundo y de la vida que (se supone) hacen crecer espiritualmente al protagonista en su búsqueda de la Perfección, que es la meta a alcanzar por cualquier alma, y el requisito para poder formar parte de la Ultraalma. Con un punto importante a tener en cuenta: no hay intentos infinitos, «sólo» 10000; si Milo no lo consigue, se verá abocado a la desaparición. De ahí el título de la novela… en el mercado español, porque el título original en inglés, Reincarnation blues, me parece mucho más molón y adecuado al contenido, la verdad.

Mis sensaciones tras leer Las 10000 vidas de Milo
Me encuentro con sentimientos encontrados al pensar en esta novela.
Por un lado se agradece que se aborden temas tan grandiosos con esta sencillez y este humor. Siguiendo la estela de Pratchett, es una lectura ligera que te provoca alguna que otra sonrisa, sin perder de vista el tema de fondo: la búsqueda de la Perfección por las almas y el amor imposible entre dos seres tan incompatibles como son la Muerte y un alma mortal.
Por otro lado, tengo que ser sincero: se me ha hecho muy pesada. Muy larga. Y creo que es porque Michael Poore es un magnífico escritor de relatos, pero no termina de componer lo que es una novela. Aunque en este caso hay un hilo conductor, la historia no deja de ser un recopilatorio de relatos con un protagonista común. Las vidas cortas son muy cortas y las largas demasiado largas.
Además, me falla la construcción del mundo. Las partes que transcurren en el «otro mundo», entre vida y vida, son demasiado reales. Sus habitantes son personas, tienen vidas de personas, comen, duermen, tienen sexo (sin ir más lejos, la propia Muerte, que encima tiene un nombre muy humano: Suzie), ven series de televisión. Hay edificios, trenes, tiendas… El «otro mundo» es igual que el real, pero con algunas licencias fantásticas.
En mi opinión, a la novela le sobra la mitad del contenido. Alguna que otra historia que no aporta nada, y acortar un poco las largas, porque el lector corre el riesgo de verse demasiado inmerso en un relato que tiene poca o ninguna importancia para la trama general. Me quedaría con el principio y, sobre todo, con el final, que es hermoso, sobre todo el último capítulo. Del relleno, tal vez, con la historia acerca del fin del mundo y la del Buda (porque a partir de aquí la acción se acelera), y poco más.
¿Por qué la recomiendo para jugones?
Porque no deja de ser un buen cubo de ideas. Muchas historias y muchos ambientes. Tocando la ciencia ficción, la fantasía, por supuesto la filosofía, algo de romance, y todo regado por el humor.
Si te gusta Terry Pratchett, salvando las distancias, Michael Poore también te va a gustar.
P.D.: quiero agradecer a la Alianza de Novelas que me facilitase un ejemplar de esta novela para su reseña.
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