Si no conocías Criptonomicón, estoy completamente seguro de que al leer el título has pensado lo mismo que yo la primera vez: «oh bien, otro imitador de Lovecraft«. De hecho, confieso que cuando leí el libro lo hice sólo por consejo de un amigo, ya que de primeras fui bastante reticente.
Es evidente que el título está basado en el Necronomicón, pero ahí acaban las similitudes. El propio autor afirma (no sé si creérmelo) que no ha leído la obra de Lovecraft. Ésta es una novela de ciencia ficción… o al menos así se presenta en la contraportada y en la introducción que hace el traductor de la edición en castellano, aunque yo más bien la calificaría de ficción especulativa, pues el porcentaje de realismo es muy alto.
Pero no adelantemos comentarios, creo que lo primero es introducir al autor.

Neal Stephenson
El señor Stephenson es un autor de ciencia ficción «en su mayoría», pues tiene en su currículum obras de no ficción y muchas novelas que son difíciles de catalogar; como la que protagoniza este artículo.
Lo primero que quiero decir de Neal Stephenson es que sabe de lo que habla, y eso se nota. El tío controla una barbaridad acerca de temas científicos, en un amplio espectro de disciplinas: física, biología, nuevas tecnologías, matemáticas… Habrá quien discuta esto, pues parte de lo que cuenta en sus historias es inventado, y habrá que diga que sólo se trata de una excelente labor documental, pero se trata de conceptos ficticios basados en otros reales, hasta el punto de que el lector poco familiarizado con ellos no será capaz de distinguir la realidad de la ficción. Ésta es una virtud que envidio profundamente (como escritor), porque logra que todo parezca real.
Su maestría inventando historias le ha valido varios premios importantes del sector: Hugo, Locus, Nébula, Arthur C. Clarke… Vamos, que no estamos hablando de un cualquiera.
Como curiosidad, Neal Stephenson se lanzó a la aventura de lanzar un kickstarter para el proyecto CLANG, que perseguía la creación de un videojuego que recrease con fidelidad los combates a espada. Cito sus palabras, que lo sitúan sin lugar a dudas como un auténtico jugón:
Mi carrera como autor de ciencia ficción y ficción histórica me ha convertido en un friki de la espada. Como tal, estoy muy insatisfecho con cómo se trata la lucha con espadas en los videojuegos. Deberían ser mucho más divertidas de lo que son. Es hora de una revolución.
Aunque se consiguió el objetivo del medio millón de dólares para poder lanzar el proyecto, lamentablemente éste fracasó. Según las palabras del propio Stephenson, se centraron demasiado en hacer un juego históricamente realista, pero que no era divertido, lo que provocó que no encontrasen financiación extra. Una lástima, por cosas como ésta (o como Hero Quest 20 aniversario… pero mejor no remuevo la mierda) son las que hacen que tengan mala fama determinados proyectos de mecenazgo. Lo digo por experiencia: por si no lo sabéis, mi primera novela vio la luz gracias a un proyecto en la plataforma de mecenazgo Verkami.
Tropicaladas aparte, creo que queda claro que la figura de Neal Stephenson no desentona para nada en esta Taberna…
Criptonomicón
Nos encontramos ante un clásico actual. Uno de esos libros de los que, estoy seguro, se hablará dentro de algunas décadas como uno de los clásicos imprescindibles del siglo XX (por los pelos, pues fue publicado en 1999). Es una sensación extraña, el hecho de haber asistido a la primera edición de un libro así. Estar vivo en el momento en que algo así sale a la luz; algo parecido a vivir la publicación de Juego de tronos, por ejemplo.
¿Qué habrían sentido los que leyeron El Señor de los Anillos por primera vez? ¿O el Quijote? Pues probablemente lo mismo que he sentido yo: el descubrimiento de un libro antes de que sea lo suficientemente famoso como para que leerlo sea una obligación.
Hay muchas cosas que comentar de este libro, pero intentaré resumir tres conceptos.
1 Tramas paralelas en el tiempo
No es el primero ni será el último. Hablo de una técnica que consiste en aunar dos historias en una: la primera transcurre en un momento del pasado (en este caso durante la Segunda Guerra Mundial) y la segunda en el presente. Aparentemente hay poca o ninguna conexión entre ambas tramas, pero poco a poco se van descubriendo los nexos, conformando al final una única historia de extraordinaria complejidad.
La trama del pasado se centra en la importancia del criptoanálisis durante la guerra, mostrando los orígenes de la informática. Hay una buena parte de escenas de acción, eso sí. El Criptonomicón, por cierto, es un libro del bando aliado que se utiliza para descifrar los códigos del Eje.
La trama del presente actualiza la importancia del criptoanálisis en un contexto mucho más novedoso: el de los hackers. El protagonista (que por cierto, en su juventud era jugador de rol) intenta crear la Cripta, un paraíso fiscal y de información, en la que además pretende alojar un paquete de conocimientos necesarios para la supervivencia de la Humanidad en caso de holocausto. Y para ello se enfrentará a múltiples personajes y organismos que no están interesados en la creación de dicha entidad.
Ambas tramas se van relacionando según avanza la lectura. Primero de forma evidente: algunos protagonistas de la trama del presente son descendientes de la trama del pasado. Por ejemplo, el hacker Randy Waterhouse es descendiente del criptoanalista Lawrence Pritchard Waterhouse. Después, algunos personajes que tienen un papel relevante durante la trama del pasado siguen vivos en el presente (ya mayores, claro), aunque la maestría de Stephenson para no «autospoilear» su propia historia hace que esto sea conocido en el momento adecuado. Y por último, algunos elementos de la historia que transcurre durante la guerra tendrán una importancia vital para el desarrollo final, como por ejemplo un suculento botín de oro capturado por el ejército japonés, que necesitan Randy y sus colegas para poder darle soporte a la moneda virtual de la Cripta (atención a la visión de Stephenson, que idea una novela con este concepto diez años antes de que nazca Bitcoin en el 2009).
No es el primero ni será el último, decía… hay muchos otros ejemplos que no voy a comentar de momento. Pero si adelantaré que la novela que estoy escribiendo (la tengo al 40%) lleva este tipo de estructura. Por eso puedo decir de primera mano que resulta extremadamente complicado hacer (hacer bien) lo que ha conseguido Neal Stephenson. Ojalá logre llegarle a la suela de los zapatos, intentándolo estoy.
2 Tres personajes como base de protagonistas
El autor utiliza un trío de protagonistas de forma recurrente, que conceptualmente son: el tío listo, el hombre de acción y la espía (nativa del inventado reino de Qwghlm). Aunque hay muchos más personajes, este interesante equipo es el triángulo en el que se basa toda la historia.
También los villanos tienen su recurrencia, por cierto, pero para no hacer spoilers no entraré en detalles.
Este trío lo podemos encontrar en ambas tramas, en un paralelismo de roles que funciona a las mil maravillas. En cuanto empiezas a conocer a Lawrence Pritchard Waterhouse te das cuenta de que su descendiente Randy, aunque muy distinto como personaje, tiene un rol en la historia muy similar. Y así con todos los protagonistas de la trama: el sargento Shaftoe y sus propios descendientes, etc.
Destaco este aspecto porque, como veremos después, será la base de otras novelas de Stephenson. Prueba de que el autor sabe que funciona y lo explota con maestría.
3 Originalidad, humor y conocimiento
Además de lo enrevesado de la trama, la guinda del pastel es el estilo inconfundible de Stephenson. Ese toque de calidad que hace que recuerdes una escena, no sólo porque sea cojonuda, sino porque encima la cuenta con humor. No digo con esto que Criptonomicon sea una novela cómica, ni mucho menos. Pero sí que tiene algunos pasajes que resultan divertidos, chocantes, o cuando menos sorprendentes. Sobre todo cuando toma el protagonismo el sargento Shaftoe.
El autor desborda inteligencia narrativa al saber contar así las escenas. Y de forma equivalente, derrocha conocimiento acerca de las materias que cuenta. En un campo como el de los hackers, que para muchos es pura ciencia ficción, Stephenson se maneja como pez en el agua, lo hace fácil para el lector, y sobre todo lo hace creíble.
No es necesario entender cómo funciona un móvil para poder usarlo, ¿verdad? Me refiero a cómo funciona internamente, a las tripas, a la fuerza motriz. Casi el 100% de los usuarios lo desconocen. Y sin embargo, todo el mundo se lo cree… Pues eso mismo pasa cuando Stephenson nos habla de códigos criptográficos, de matemáticas, de capacidad computacional, etc. No sé, tal vez me haya impresionado más de la cuenta dada mi formación académica. De alguna forma mientras lo leía intentaba encontrar fallos, algo que demostrase que el autor hablaba de oídas; tal vez la sorpresa haya sido no encontrarlos.

El Ciclo Barroco
Rizando el rizo, y como consecuencia del innegable éxito de Criptonomicón, Stephenson se ha liado la manta a la cabeza y ha sacado una inmensa trilogía conocida como El ciclo Barroco, cuyos tres volúmenes son tan extensos que, a su vez, se componen de varios libros.
No es mi intención hablar de ellos en este artículo, pero sí tengo que explicar por qué El ciclo Barroco tiene que ver con Criptonomicón. Y el motivo es que la fórmula es la misma: mucho frikismo científico (o pseudocientífico, en las partes inventadas); el trío de protagonistas (que además son los antecesores de los anteriores, de forma que volvemos a tener un Waterhouse con el rol de sabiondo, un Shaftoe como héroe de acción y a Eliza, nativa de Qwghlm); y todo ello regado por una trama histórica compleja, rica en detalles y con notables dosis de humor. No es sólo una elaboradísima precuela, sino una completa saga con forma y argumentos propios, que no necesita a Criptonomicón para tener sentido.
Eso sí, si Criptonomicon es un tocho importante, El ciclo Barroco es lo mismo pero multiplicado por tres. Honestamente diré que sólo me he leído las dos primeras partes (Azogue y La confusión), quedándome pendiente la tercera (El sistema del mundo). En su momento me tomé un descanso para leer otras cosas entre medias… y hasta hoy.
Lo digo como advertencia: en los tiempos que vivimos en que todo se hace deprisa y corriendo, las novelas kilométricas no siempre son buena idea, por muy buenas que sean. Así que si queréis mi consejo, yo leería Criptonomicón, y si os gusta y os veis con ganas, entonces podéis plantearos empezar con Azogue.
Conclusión: ¿por qué Criptonomicón es apta para jugones?
Criptonomicón está escrita por un jugón, de pies a cabeza (ver foto de arriba). Pero además por un jugón que sabe idear historias y contarlas como pocos. Un tío que sabe lo que quiere decir, sabe lo que dice, y sabe cómo decirlo.
Su único «defecto» puede ser la longitud, pero no sobra ni una coma. Es un libro denso que no se puede coger como lectura ligera de un fin de semana.
Por lo demás, lo tiene todo: datos interesantes, trama compleja (pero no infumable), credibilidad con ciertas dosis de ficción, acción y aventura, espionaje, personajes ricos y detallados, humor, ritmo…
Criptonomicón no sólo es una novela apta, sino en mi opinión necesaria en la biblioteca de cualquier jugón. No me cabe duda de que con el tiempo será considerada un clásico imprescindible. Pero somos coetáneos de Neal Stephenson, así que es pronto para hablar de clásicos; limitémonos a disfrutarlo.
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