Hace unos años, en mi primera visita a la maravillosa Irlanda, decidí aprovechar para comprar auténtica crema irlandesa. No sé a vosotros, pero a mí me chifla el Baileys, aunque lo tome en muy contadas ocasiones; el caso es que el Baileys no deja de ser la versión comercial y extranjera (léase la que exportan fuera de la isla) de la crema irlandesa. Yo quería probar «la de verdad».
Así que buscando por Cork encontré la típica tienda autóctona, lo más alejada posible del turisteo, regentada por un auténtico paisano irlandés.
– Please, give me two bottles of irish cream -dije mostrando dos dedos con la mano.
El paisano me miró como si le estuviese abofeteando, poniéndome las dos botellas a regañadientes. La verdad es que me quedé un poco descolocado, no entendía qué es lo que había hecho mal. Sin embargo, ese mismo día, hablando con unos amigos descubrí el motivo. Resulta que el gesto de los dos dedos con la palma mirando hacia dentro es el equivalente británico a hacer una peineta. Y os preguntaréis, ¿eso por qué?
Todo empezó en Agincourt.

La batalla de Agincourt
Octubre de 1415. Nos encontramos en mitad de la Guerra de los Cien Años (que en realidad duró 116) entre Francia e Inglaterra. Los detalles de una guerra tan larga los dejo para que investigue el lector interesado, por ejemplo en esta entrada de la Wikipedia.
El caso es que el rey de Inglaterra, Enrique V, desembarca en el estuario del Sena dispuesto a recuperar las tierras que (en teoría) le pertenecen por derecho. Toma la ciudad de Harfleur (con múltiples bajas, no debido a los combates sino al insalubre terreno pantanoso, que se cobra multitud de víctimas por la disentería), y se pone en marcha hacia Calais.
¿Y qué hacen mientras tanto los franceses? Pues intentar organizarse bajo una terrible falta de liderazgo. No obstante, tienen la iniciativa, pues Enrique tiene que atravesar el río Somme y apenas dispone de un par de puntos para ello, y además debe hacerlo pronto, pues sus tropas están en estado pésimo: mal alimentadas, enfermas y desmoralizadas.
Finalmente, los ingleses acampan en Maisoncelles, con el ejército francés, muy superior en número (según las crónicas inglesas era 6 veces superior, aunque las estimaciones modernas señalan una ventaja de 3 a 1), a menos de un kilómetro de distancia. Al día siguiente, el 25 de octubre, Enrique despliega sus tropas en el campo llamado Agincourt.
Enrique disponía de pocos hombres, pero su baza principal eran los arqueros de arco largo (longbow en inglés). Así que desplegó un cuerpo central de hombres de armas con dos cuerpos de arqueros a los lados, formando un embudo, y protegiendo los flancos de los arqueros con estacas para frenar a la poderosa caballería francesa.
Los franceses intentan hacer valer su innegable superioridad numérica, así como su caballería, que debería hacer picadillo a los arqueros ingleses. La victoria está al alcance de la mano.
Avance inglés y carga de caballería
Enrique toma la iniciativa y ordena avanzar a sus hombres, quedándose a unos 200 metros de los franceses. Y comienza la lluvia de flechas.
Es importante señalar la superioridad del arco largo inglés. Más largo y, por tanto, potente que el habitual, su manejo es también más complicado (pero en esto los ingleses son expertos). El intercambio de disparos es imposible para los arqueros franceses, no así para los ballesteros. Pero la cadencia de disparo de los ingleses (al parecer, de 10 – 12 flechas por minuto) hace que los ballesteros no tengan ninguna posibilidad, con lo que el primer golpe corresponde a las tropas de Enrique.
Es el turno de la caballería francesa, que tiene la misión de eliminar a dichos arqueros. Sin embargo, el plan del rey inglés surte efecto. Las estacas, cuidadosamente colocadas, hacen retroceder a la mayoría de los jinetes, y dan buena cuenta de aquéllos que cargan igualmente. Hay que añadir que el suelo está embarrado (haciendo menos potente la carga) y que los flancos están en un terreno muy poco favorable, compuesto en parte por bosque y por suelo pedregoso.
Total, la carga francesa resulta en un estrepitoso fracaso. Los arqueros ingleses están a salvo… de momento.

Avance francés
Si la caballería falla tendrá que hacer el trabajo la infantería, que sigue siendo muy superior en número a la inglesa. En realidad, ni siquiera hace falta que ocurra una masacre: basta con conquistar el centro, donde está el pendón del rey. Capturándolo (o matándolo), se habrá acabado el problema.
Sin embargo el avance se convierte en un infierno, pues a medida que los soldados se acercan van entrando en el embudo de flechas de los arqueros ingleses. Las bajas son múltiples, y la moral cae en picado, no es nada fácil avanzar bajo la lluvia de muerte que les cae encima.
No obstante, siguen siendo muchos más, así que logran vencer la distancia y llegar al combate.
La lucha es feroz. El ímpetu francés se ve ralentizado por el farragoso terreno. Los arqueros ingleses sueltan sus arcos y van al cuerpo a cuerpo; a priori están peor armados que los hombres de armas franceses, pero esto resulta ser una ventaja: en el lodo, las armaduras dan protección pero restan movimientos y agilidad.
En el centro, el rey Enrique y sus mejores hombres se baten con lo más granado de los franceses. Hay doce caballeros juramentados que han jurado matarle, pero son abatidos. Los ingleses también reciben lo suyo: el duque de York cae muerto, y el propio rey recibe un mazazo en la cabeza que le abolla y estropea el casco.
Y se da otra circunstancia: mientras los caballeros franceses consideran el combate como un asunto de honor, rindiendo en muchas ocasiones las armas cuando se ven superados, la mayoría de los ingleses no posee tal sentido de la honorabilidad, rematando sin piedad a muchos de los que se rinden.
Los franceses no tienen nada que hacer. Han recibido un duro castigo, están desorganizados, y no consiguen ninguno de sus objetivos. Tras la primera línea francesa, la segunda también es masacrada. La tercera se bate en retirada.
¿Final de la batalla?
Aunque los franceses siguen teniendo muchos más efectivos, el castigo que han recibido es durísimo. La paliza es de las épicas. Toca retirarse.
Los ingleses se afanan en lo que sigue a todas las batallas: desvalijar a los cadáveres y agrupar a los heridos franceses, por los que se va a pedir cuantiosa recompensa.
Sin embargo, sucede algo inesperado. Por un lado, el señor de Agincourt ataca la retaguardia de los ingleses, saqueando su campamento y matando a todos los sirvientes y pajes que allí esperan. Se llevan la corona y la espada enjoyada del rey. Por otro, un grupo de jinetes franceses de la tercera línea, que se había retirado sin combatir, se arrepiente de su cobarde comportamiento y vuelven a la carga… con resultado similar a las primeras cargas de caballería.
Y entonces ocurre: Enrique se enfurece y pierde la cabeza. Ha ganado la batalla pero le han golpeado donde le duele. Ni entiende el saqueo de su campamento, ni entiende esa última carga francesa cuando todo parecía acabado. Está furioso, y lo paga con quien tiene a mano: los prisioneros franceses.
Así que da la orden de ajusticiarlos a todos. Algunos caballeros ingleses le intentan hacer ver lo innoble de esta acción, y a duras penas logran convencerle de que no ejecute a los franceses más nobles (más que nada, me imagino, porque son cuyo rescate será más cuantioso); pero el resto son pasados a cuchillo. O peor, ya que las armaduras dificultan la maniobra: o les quitan el yelmo para decapitarlos, o directamente les clavan las armas en las viseras. Terrible escena.
Consecuencias de la batalla de Agincourt
Los números son desoladores para los franceses: más de 6000 muertos (puede que hasta 10000); lo que representa un buen porcentaje de su ejército, y que incluye a muchos de sus hombres más notables. Los ingleses, en cambio, apenas han tenido más de 100 bajas mortales.
Sin embargo, Enrique sólo ha salvado el día, no la guerra. Su ejército está agotado, hambriento y enfermo. Así que en lugar de ir a París y dar el golpe definitivo, se dirige a Calais, con la intención de volver a casa. Cinco años después se firmará un tratado por el que Enrique terminaría siendo el legítimo heredero al trono de Francia, pero morirá antes de verlo cumplido, y la guerra continuará varios años más.
La derrota francesa fue tan sonora, que los franceses les costará mucho tiempo recuperarse y volver a tomar la iniciativa. Lo hará guiada por la mano de una muchacha, Juana de Arco, que aunque tendrá un trágico final, le habrá dado la vuelta a la guerra.
Finalmente, en 1453 los ingleses serán expulsados de forma definitiva de suelo francés.

La señal de los dos dedos
¿Y qué tiene todo esto que ver con la señal de la que hablaba antes?
Resulta que el rey francés había amenazado con cortar los dedos de los arqueros ingleses capturados. De hecho esto ocurrió en varias ocasiones durante la guerra, llenando las filas inglesas de arqueros que no podían disparar su arcos.
Durante la batalla de Agincourt, cuando los arqueros (claramente los protagonistas de la batalla) vieron a sus enemigos huir tras la masacre, levantaron las manos mostrando sus dedos, a modo de burla: esos dedos no se los iban a cortar.
Desde entonces, en el mundo anglosajón, hacer el gesto de V con los dos dedos y con la palma apuntando hacia dentro se considera un insulto.
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Buena entrada! Conocía el origen del gesto, pero no sabía que se siguiera considerando de mala educación en el Reino Unido.